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Gustavo Gutiérrez Cabello 'Sin medir distancia'

Fuente: ElEspectador.com | Fecha: 2013-04-30 | Visitas: 5565

Gustavo Gutiérrez Cabello 'Sin medir distancia'

Por: Juan Carlos Piedrahíta B.

El compositor, nacido en Valledupar en 1940, ha sido el gran homenajeado durante la edición 46 del Festival de la Leyenda Vallenata, que emite hoy su última nota por este año.

Gustavo Gutiérrez Cabello se ha caracterizado por desarrollar la corriente más romántica del vallenato. / Cortesía ‘El Tiempo’

En las manos en las que antes reposaba un acordeón, por lo general de teclas y no de botones, hoy es fácil encontrar un micrófono y una rosa. Con el aparato eléctrico, Gustavo Gutiérrez Cabello se ayuda para que su voz logre proyectarse con fuerza y quiere que ese impulso le alcance para distorsionar la presencia de todas las grandes figuras de la música vallenata que han convertido sus canciones en éxitos folclóricos. Con la rosa, en cambio, se conecta con su faceta más romántica, hace un llamado a la naturaleza y muestra que sigue siendo un hombre preocupado por los rituales, los detalles, las miradas especiales.

Gutiérrez Cabello está acostumbrado a caminar por el andén paralelo al de los demás compositores de este género. Nació el 12 de septiembre de 1940 y estudió administración de empresas en Medellín y Bogotá. Sin embargo, simultáneamente a su formación profesional, dedicaba jornadas enteras a la guitarra, instrumento en el que realizó sus primeras creaciones artísticas, antes de conectarse con el piano y el acordeón. Mientras los demás autores estaban afanados por ganarse fama de cronistas y de retratar la cotidianidad del Caribe, él se inclinó hacia la poesía y el abordaje de temas humanos y filosóficos.

En los sesenta, cuando el común denominador era cantarle a la faceta del hombre, resaltar su capacidad para vencer el trago, su fuerza para doblegar a las bestias en el Valle, y celebrar su incansable dedicación al sustento económico de un hogar, Gustavo Gutiérrez Cabello identificó un nicho huérfano, casi víctima, y comenzó a estructurar sus creaciones para seducir el oído femenino. Las crónicas de sus colegas estaban muy bien, pero él no podía hacer lo mismo. No era una actitud genuina, y antes de contemplar su alrededor prefiere mirarse por dentro y dejar que su alma elabore su discurso.
Su primera iniciativa musical la quiso dedicar a los boleros, los pasillos y los bambucos. Su devoción eran los formatos en trío, pero con los ensayos iniciales le surgió un interrogante: ¿en dónde se podían guardar las tradiciones de su región, la sangre caliente y el sentimiento vallenato? La respuesta llegó de inmediato. En su figura, delgada siempre, no había espacio para contener todo ese potencial.

Lo que comenzó a sacar Gutiérrez Cabello contribuyó a la gestación de las bases sólidas del vallenato romántico, de la literatura convertida en canción y de versos extensos sin tiempo ni espacio para la implementación de un estribillo pegajoso y de fácil recordación. Sus renglones van de un extremo al otro, sus historias son personales y dignas de ser compartidas, no sólo con los reconocidos cantantes que les han aportado sus voces (Pacho Galán, Alfredo Gutiérrez, Diomedes Díaz y Jorge Celedón, entre muchos otros), sino con el público en general.

Cecilia, Así fue mi querer, La espina, Sin medir distancias, Calma mi melancolía, Corazón martirizado, Lloraré y Recuérdame, son piezas emblemáticas de Gustavo Gutiérrez Cabello, a quien muchos señalan, sin tener mucho que ver en realidad, como el responsable de la iniciación de una corriente romántica que en algunas regiones colombianas se le llama romanza. Para él, lo que hace es vallenato y los años se han encargado de demostrarlo. Ha sido la figura homenajeada en el Festival de la Leyenda Vallenata, en su edición 46, evento en el que salió a cantar y a declamar con el micrófono en una mano y una rosa en la otra.

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Por: Juan Carlos Piedrahíta B.

El compositor, nacido en Valledupar en 1940, ha sido el gran homenajeado durante la edición 46 del Festival de la Leyenda Vallenata, que emite hoy su última nota por este año.

Gustavo Gutiérrez Cabello se ha caracterizado por desarrollar la corriente más romántica del vallenato. / Cortesía ‘El Tiempo’

En las manos en las que antes reposaba un acordeón, por lo general de teclas y no de botones, hoy es fácil encontrar un micrófono y una rosa. Con el aparato eléctrico, Gustavo Gutiérrez Cabello se ayuda para que su voz logre proyectarse con fuerza y quiere que ese impulso le alcance para distorsionar la presencia de todas las grandes figuras de la música vallenata que han convertido sus canciones en éxitos folclóricos. Con la rosa, en cambio, se conecta con su faceta más romántica, hace un llamado a la naturaleza y muestra que sigue siendo un hombre preocupado por los rituales, los detalles, las miradas especiales.

Gutiérrez Cabello está acostumbrado a caminar por el andén paralelo al de los demás compositores de este género. Nació el 12 de septiembre de 1940 y estudió administración de empresas en Medellín y Bogotá. Sin embargo, simultáneamente a su formación profesional, dedicaba jornadas enteras a la guitarra, instrumento en el que realizó sus primeras creaciones artísticas, antes de conectarse con el piano y el acordeón. Mientras los demás autores estaban afanados por ganarse fama de cronistas y de retratar la cotidianidad del Caribe, él se inclinó hacia la poesía y el abordaje de temas humanos y filosóficos.

En los sesenta, cuando el común denominador era cantarle a la faceta del hombre, resaltar su capacidad para vencer el trago, su fuerza para doblegar a las bestias en el Valle, y celebrar su incansable dedicación al sustento económico de un hogar, Gustavo Gutiérrez Cabello identificó un nicho huérfano, casi víctima, y comenzó a estructurar sus creaciones para seducir el oído femenino. Las crónicas de sus colegas estaban muy bien, pero él no podía hacer lo mismo. No era una actitud genuina, y antes de contemplar su alrededor prefiere mirarse por dentro y dejar que su alma elabore su discurso.
Su primera iniciativa musical la quiso dedicar a los boleros, los pasillos y los bambucos. Su devoción eran los formatos en trío, pero con los ensayos iniciales le surgió un interrogante: ¿en dónde se podían guardar las tradiciones de su región, la sangre caliente y el sentimiento vallenato? La respuesta llegó de inmediato. En su figura, delgada siempre, no había espacio para contener todo ese potencial.

Lo que comenzó a sacar Gutiérrez Cabello contribuyó a la gestación de las bases sólidas del vallenato romántico, de la literatura convertida en canción y de versos extensos sin tiempo ni espacio para la implementación de un estribillo pegajoso y de fácil recordación. Sus renglones van de un extremo al otro, sus historias son personales y dignas de ser compartidas, no sólo con los reconocidos cantantes que les han aportado sus voces (Pacho Galán, Alfredo Gutiérrez, Diomedes Díaz y Jorge Celedón, entre muchos otros), sino con el público en general.

Cecilia, Así fue mi querer, La espina, Sin medir distancias, Calma mi melancolía, Corazón martirizado, Lloraré y Recuérdame, son piezas emblemáticas de Gustavo Gutiérrez Cabello, a quien muchos señalan, sin tener mucho que ver en realidad, como el responsable de la iniciación de una corriente romántica que en algunas regiones colombianas se le llama romanza. Para él, lo que hace es vallenato y los años se han encargado de demostrarlo. Ha sido la figura homenajeada en el Festival de la Leyenda Vallenata, en su edición 46, evento en el que salió a cantar y a declamar con el micrófono en una mano y una rosa en la otra.

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El compositor, nacido en Valledupar en 1940, ha sido el gran homenajeado durante la edición 46 del Festival de la Leyenda Vallenata, que emite hoy su última nota por este año.

Gustavo Gutiérrez Cabello se ha caracterizado por desarrollar la corriente más romántica del vallenato. / Cortesía ‘El Tiempo’

En las manos en las que antes reposaba un acordeón, por lo general de teclas y no de botones, hoy es fácil encontrar un micrófono y una rosa. Con el aparato eléctrico, Gustavo Gutiérrez Cabello se ayuda para que su voz logre proyectarse con fuerza y quiere que ese impulso le alcance para distorsionar la presencia de todas las grandes figuras de la música vallenata que han convertido sus canciones en éxitos folclóricos. Con la rosa, en cambio, se conecta con su faceta más romántica, hace un llamado a la naturaleza y muestra que sigue siendo un hombre preocupado por los rituales, los detalles, las miradas especiales.

Gutiérrez Cabello está acostumbrado a caminar por el andén paralelo al de los demás compositores de este género. Nació el 12 de septiembre de 1940 y estudió administración de empresas en Medellín y Bogotá. Sin embargo, simultáneamente a su formación profesional, dedicaba jornadas enteras a la guitarra, instrumento en el que realizó sus primeras creaciones artísticas, antes de conectarse con el piano y el acordeón. Mientras los demás autores estaban afanados por ganarse fama de cronistas y de retratar la cotidianidad del Caribe, él se inclinó hacia la poesía y el abordaje de temas humanos y filosóficos.

En los sesenta, cuando el común denominador era cantarle a la faceta del hombre, resaltar su capacidad para vencer el trago, su fuerza para doblegar a las bestias en el Valle, y celebrar su incansable dedicación al sustento económico de un hogar, Gustavo Gutiérrez Cabello identificó un nicho huérfano, casi víctima, y comenzó a estructurar sus creaciones para seducir el oído femenino. Las crónicas de sus colegas estaban muy bien, pero él no podía hacer lo mismo. No era una actitud genuina, y antes de contemplar su alrededor prefiere mirarse por dentro y dejar que su alma elabore su discurso.
Su primera iniciativa musical la quiso dedicar a los boleros, los pasillos y los bambucos. Su devoción eran los formatos en trío, pero con los ensayos iniciales le surgió un interrogante: ¿en dónde se podían guardar las tradiciones de su región, la sangre caliente y el sentimiento vallenato? La respuesta llegó de inmediato. En su figura, delgada siempre, no había espacio para contener todo ese potencial.

Lo que comenzó a sacar Gutiérrez Cabello contribuyó a la gestación de las bases sólidas del vallenato romántico, de la literatura convertida en canción y de versos extensos sin tiempo ni espacio para la implementación de un estribillo pegajoso y de fácil recordación. Sus renglones van de un extremo al otro, sus historias son personales y dignas de ser compartidas, no sólo con los reconocidos cantantes que les han aportado sus voces (Pacho Galán, Alfredo Gutiérrez, Diomedes Díaz y Jorge Celedón, entre muchos otros), sino con el público en general.

Cecilia, Así fue mi querer, La espina, Sin medir distancias, Calma mi melancolía, Corazón martirizado, Lloraré y Recuérdame, son piezas emblemáticas de Gustavo Gutiérrez Cabello, a quien muchos señalan, sin tener mucho que ver en realidad, como el responsable de la iniciación de una corriente romántica que en algunas regiones colombianas se le llama romanza. Para él, lo que hace es vallenato y los años se han encargado de demostrarlo. Ha sido la figura homenajeada en el Festival de la Leyenda Vallenata, en su edición 46, evento en el que salió a cantar y a declamar con el micrófono en una mano y una rosa en la otra.

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