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Leandro Díaz, los ojos del alma

Fuente: ElHeraldo.com.co | Fecha: 2012-08-06 | Visitas: 6714

Leandro Díaz, los ojos del alma

Leandro Díaz, el compositor vivo más grande de Colombia, acaba de recibir uno de los mejores homenajes que se le pueden hacer a su vida y a su obra.

Su hijo Ivo decidió grabar sus canciones más conocidas en un trabajo que lleva por título “Leandro Díaz, los ojos del alma”, cuyas canciones van acompañadas de un relato en el que el Maestro cuenta toda su existencia, desde su infancia, cuando debió afrontar el hecho de haber nacido sin el don de la vista, hasta todos los logros que obtuvo pese a esa limitación física, que en su caso ha sido más bien un acicate para seguir adelante sin desfallecer un segundo. Leandro Díaz no solo es un ejemplo de superación: es un ejemplo de vida.

Escuchar a Leandro narrar sus vivencias nos llena de emoción y de orgullo. No hay en su voz un solo resentimiento, ni siquiera una queja, mucho menos un reclamo. Todo lo contrario: irradia optimismo y grandes deseos de seguir viviendo en todas sus frases. Su relato está adobado con frases propias de la picaresca de los hombres del Caribe, contiene una alta dosis de humor y una que otra ‘amable indirecta’ a quienes le tomaron el pelo, como ocurrió con muchos cantantes, compositores y amigos de parrandas.

Esos reclamos cariñosos no son nada nuevo en él. De hecho, algunas de sus canciones han servido para que el Maestro salde deudas. Así sucede, por ejemplo, con El negativo, que para mí es de los mejores merengues que existen en la música vallenata. En cada uno de sus versos, Leandro les pasa cuenta de cobro a quienes le ofrecieron desde un chinchorro, como Diomedes Díaz, hasta una casa en Valledupar, pasando por aquel amigo que le regaló un carro en medio de una borrachera y al día siguiente se lo quitó con el compromiso de entregarle uno nuevo que, por supuesto, nunca llegó. El verso dedicado al Cacique de La Junta es de antología: “Fue Diomedes el que comenzó con su chinchorro de cabuyita, me compré un par de manilitas y el chinchorrito nunca llegó”.

Leandro Díaz es uno de los últimos juglares del folclor vallenato. En alguna oportunidad La Cacica Consuelo Araujonoguera, que se refería a él como “nuestro Homero”, me comentó que después de Escalona, el hombre y el mito, escribiría la vida y obra de Leandro Díaz. Quiso el destino que no pudiera cumplir ese propósito, pues la “muerte infame”, como dice la canción de El Turco Camilo Namen, nos la arrebató.

En Leandro Díaz, los ojos del alma, de Codiscos, el Maestro cuenta cómo nacieron sus canciones. Luego Ivo, que es su mejor intérprete, nos deleita con su voz portentosa y muy afinada. Y es que Ivo canta con el sentimiento del que carecen todos aquellos que no tienen el privilegio de ser hijos de Leandro. Mientras los demás interpretan las canciones del Maestro, Ivo le canta con profunda emoción a su padre. Esa es la pequeña diferencia.

Leandro Díaz, los ojos del alma está acompañado, además, de un excelente texto escrito por la periodista Pilar Tafur, una de las ‘Leandrólogas’ que hay en el país, aunque desde hace mucho tiempo reside en Madrid, junto a su esposo el también periodista Daniel Samper Pizano, con quien ha escrito varias obras sobre vallenato, una de ellas la compilación sobre los Mejores 100 Vallenatos del país, que es también otra obra monumental sobre nuestro folclor.

La capacidad narrativa de Leandro Díaz no tiene límites. Su obra está compuesta por paseos, merengues y puyas. En ese sentido es tan prolífico como un José Benito Barros o un Adolfo Pacheco, cuyo universo musical es tan extenso como variado.

Ahora que los canales de televisión están recreando la vida de algunos artistas, como Joe Arroyo y Rafael Orozco, qué bueno sería que se interesaran por Leandro Díaz. Cada una de sus canciones, inspiradas en musas como Matilde Lina, Carmencita o Corina, entre otras, son una muestra de talento y sentimiento. Ahí pueden aparecer sus encuentros memorables con Emiliano Zuleta, El Viejo; Escalona –con quien tuvo enfrentamientos precisamente por la autoría de Corina, que tiene la misma melodía de La brasilera–; Luis Enrique Martínez, El Pollo Vallenato; Tobías Enrique Pumarejo y Rafael Salas, entre otras leyendas del vallenato. Un personaje con tantos matices y tantas vivencias no puede sino garantizar el éxito.

Por Óscar Montes
oscarmontes65@yahoo.es

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Leandro Díaz, los ojos del alma

Leandro Díaz, el compositor vivo más grande de Colombia, acaba de recibir uno de los mejores homenajes que se le pueden hacer a su vida y a su obra.

Su hijo Ivo decidió grabar sus canciones más conocidas en un trabajo que lleva por título “Leandro Díaz, los ojos del alma”, cuyas canciones van acompañadas de un relato en el que el Maestro cuenta toda su existencia, desde su infancia, cuando debió afrontar el hecho de haber nacido sin el don de la vista, hasta todos los logros que obtuvo pese a esa limitación física, que en su caso ha sido más bien un acicate para seguir adelante sin desfallecer un segundo. Leandro Díaz no solo es un ejemplo de superación: es un ejemplo de vida.

Escuchar a Leandro narrar sus vivencias nos llena de emoción y de orgullo. No hay en su voz un solo resentimiento, ni siquiera una queja, mucho menos un reclamo. Todo lo contrario: irradia optimismo y grandes deseos de seguir viviendo en todas sus frases. Su relato está adobado con frases propias de la picaresca de los hombres del Caribe, contiene una alta dosis de humor y una que otra ‘amable indirecta’ a quienes le tomaron el pelo, como ocurrió con muchos cantantes, compositores y amigos de parrandas.

Esos reclamos cariñosos no son nada nuevo en él. De hecho, algunas de sus canciones han servido para que el Maestro salde deudas. Así sucede, por ejemplo, con El negativo, que para mí es de los mejores merengues que existen en la música vallenata. En cada uno de sus versos, Leandro les pasa cuenta de cobro a quienes le ofrecieron desde un chinchorro, como Diomedes Díaz, hasta una casa en Valledupar, pasando por aquel amigo que le regaló un carro en medio de una borrachera y al día siguiente se lo quitó con el compromiso de entregarle uno nuevo que, por supuesto, nunca llegó. El verso dedicado al Cacique de La Junta es de antología: “Fue Diomedes el que comenzó con su chinchorro de cabuyita, me compré un par de manilitas y el chinchorrito nunca llegó”.

Leandro Díaz es uno de los últimos juglares del folclor vallenato. En alguna oportunidad La Cacica Consuelo Araujonoguera, que se refería a él como “nuestro Homero”, me comentó que después de Escalona, el hombre y el mito, escribiría la vida y obra de Leandro Díaz. Quiso el destino que no pudiera cumplir ese propósito, pues la “muerte infame”, como dice la canción de El Turco Camilo Namen, nos la arrebató.

En Leandro Díaz, los ojos del alma, de Codiscos, el Maestro cuenta cómo nacieron sus canciones. Luego Ivo, que es su mejor intérprete, nos deleita con su voz portentosa y muy afinada. Y es que Ivo canta con el sentimiento del que carecen todos aquellos que no tienen el privilegio de ser hijos de Leandro. Mientras los demás interpretan las canciones del Maestro, Ivo le canta con profunda emoción a su padre. Esa es la pequeña diferencia.

Leandro Díaz, los ojos del alma está acompañado, además, de un excelente texto escrito por la periodista Pilar Tafur, una de las ‘Leandrólogas’ que hay en el país, aunque desde hace mucho tiempo reside en Madrid, junto a su esposo el también periodista Daniel Samper Pizano, con quien ha escrito varias obras sobre vallenato, una de ellas la compilación sobre los Mejores 100 Vallenatos del país, que es también otra obra monumental sobre nuestro folclor.

La capacidad narrativa de Leandro Díaz no tiene límites. Su obra está compuesta por paseos, merengues y puyas. En ese sentido es tan prolífico como un José Benito Barros o un Adolfo Pacheco, cuyo universo musical es tan extenso como variado.

Ahora que los canales de televisión están recreando la vida de algunos artistas, como Joe Arroyo y Rafael Orozco, qué bueno sería que se interesaran por Leandro Díaz. Cada una de sus canciones, inspiradas en musas como Matilde Lina, Carmencita o Corina, entre otras, son una muestra de talento y sentimiento. Ahí pueden aparecer sus encuentros memorables con Emiliano Zuleta, El Viejo; Escalona –con quien tuvo enfrentamientos precisamente por la autoría de Corina, que tiene la misma melodía de La brasilera–; Luis Enrique Martínez, El Pollo Vallenato; Tobías Enrique Pumarejo y Rafael Salas, entre otras leyendas del vallenato. Un personaje con tantos matices y tantas vivencias no puede sino garantizar el éxito.

Por Óscar Montes
oscarmontes65@yahoo.es

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Leandro Díaz, los ojos del alma

Fuente: ElHeraldo.com.co | Fecha: 2012-08-06 | Visitas: 6714

Leandro Díaz, los ojos del alma

Leandro Díaz, el compositor vivo más grande de Colombia, acaba de recibir uno de los mejores homenajes que se le pueden hacer a su vida y a su obra.

Su hijo Ivo decidió grabar sus canciones más conocidas en un trabajo que lleva por título “Leandro Díaz, los ojos del alma”, cuyas canciones van acompañadas de un relato en el que el Maestro cuenta toda su existencia, desde su infancia, cuando debió afrontar el hecho de haber nacido sin el don de la vista, hasta todos los logros que obtuvo pese a esa limitación física, que en su caso ha sido más bien un acicate para seguir adelante sin desfallecer un segundo. Leandro Díaz no solo es un ejemplo de superación: es un ejemplo de vida.

Escuchar a Leandro narrar sus vivencias nos llena de emoción y de orgullo. No hay en su voz un solo resentimiento, ni siquiera una queja, mucho menos un reclamo. Todo lo contrario: irradia optimismo y grandes deseos de seguir viviendo en todas sus frases. Su relato está adobado con frases propias de la picaresca de los hombres del Caribe, contiene una alta dosis de humor y una que otra ‘amable indirecta’ a quienes le tomaron el pelo, como ocurrió con muchos cantantes, compositores y amigos de parrandas.

Esos reclamos cariñosos no son nada nuevo en él. De hecho, algunas de sus canciones han servido para que el Maestro salde deudas. Así sucede, por ejemplo, con El negativo, que para mí es de los mejores merengues que existen en la música vallenata. En cada uno de sus versos, Leandro les pasa cuenta de cobro a quienes le ofrecieron desde un chinchorro, como Diomedes Díaz, hasta una casa en Valledupar, pasando por aquel amigo que le regaló un carro en medio de una borrachera y al día siguiente se lo quitó con el compromiso de entregarle uno nuevo que, por supuesto, nunca llegó. El verso dedicado al Cacique de La Junta es de antología: “Fue Diomedes el que comenzó con su chinchorro de cabuyita, me compré un par de manilitas y el chinchorrito nunca llegó”.

Leandro Díaz es uno de los últimos juglares del folclor vallenato. En alguna oportunidad La Cacica Consuelo Araujonoguera, que se refería a él como “nuestro Homero”, me comentó que después de Escalona, el hombre y el mito, escribiría la vida y obra de Leandro Díaz. Quiso el destino que no pudiera cumplir ese propósito, pues la “muerte infame”, como dice la canción de El Turco Camilo Namen, nos la arrebató.

En Leandro Díaz, los ojos del alma, de Codiscos, el Maestro cuenta cómo nacieron sus canciones. Luego Ivo, que es su mejor intérprete, nos deleita con su voz portentosa y muy afinada. Y es que Ivo canta con el sentimiento del que carecen todos aquellos que no tienen el privilegio de ser hijos de Leandro. Mientras los demás interpretan las canciones del Maestro, Ivo le canta con profunda emoción a su padre. Esa es la pequeña diferencia.

Leandro Díaz, los ojos del alma está acompañado, además, de un excelente texto escrito por la periodista Pilar Tafur, una de las ‘Leandrólogas’ que hay en el país, aunque desde hace mucho tiempo reside en Madrid, junto a su esposo el también periodista Daniel Samper Pizano, con quien ha escrito varias obras sobre vallenato, una de ellas la compilación sobre los Mejores 100 Vallenatos del país, que es también otra obra monumental sobre nuestro folclor.

La capacidad narrativa de Leandro Díaz no tiene límites. Su obra está compuesta por paseos, merengues y puyas. En ese sentido es tan prolífico como un José Benito Barros o un Adolfo Pacheco, cuyo universo musical es tan extenso como variado.

Ahora que los canales de televisión están recreando la vida de algunos artistas, como Joe Arroyo y Rafael Orozco, qué bueno sería que se interesaran por Leandro Díaz. Cada una de sus canciones, inspiradas en musas como Matilde Lina, Carmencita o Corina, entre otras, son una muestra de talento y sentimiento. Ahí pueden aparecer sus encuentros memorables con Emiliano Zuleta, El Viejo; Escalona –con quien tuvo enfrentamientos precisamente por la autoría de Corina, que tiene la misma melodía de La brasilera–; Luis Enrique Martínez, El Pollo Vallenato; Tobías Enrique Pumarejo y Rafael Salas, entre otras leyendas del vallenato. Un personaje con tantos matices y tantas vivencias no puede sino garantizar el éxito.

Por Óscar Montes
oscarmontes65@yahoo.es

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