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Las mujeres están cocinando una revolución vallenata

Fuente: Nota tomada de eltiempo.com Por: LILIANA MARTÍNEZ POLO | Fecha: 2018-11-12 | Visitas: 2935

Las mujeres están cocinando una revolución vallenata

Todavía sorprende ver a una mujer ejecutar un vallenato, desafiando el teclado del acordeón. Tres años atrás, cuando nació el Encuentro de Vallenato Femenino (Evafe), el asombro fue que se encontraran tantas acordeoneras, cantantes y compositoras en una competencia en la misma plaza Alfonso López, donde nació el célebre Festival de la Leyenda Vallenata.
Todas compitieron bajo los líneamientos del folclor, pero en las planillas del jurado, además del talento, había una polémica casilla que calificaba “feminidad”.

Dice Hernando Riaño Baute, director del Evafe –cuya tercera edición es este fin de semana en Valledupar– que la intención no era juzgar apariencia ni vestimenta. Se buscaba incentivar en las participantes que expresaran su sentir como mujeres y no imitar la actitud de los hombres, cosa que solían hacer en otros festivales. El reglamento en otros encuentros, como el Festival de la Leyenda Vallenata –explicó Riaño– prohíbe cualquier ademán que distraiga de la interpretación. El Evafe, en cambio, busca que la mujer encuentre su expresión propia.

En el 2016, Riaño tuvo que rebuscarse a las concursantes. Husmeando en Facebook y Youtube iba identificándolas e invitándolas, casi a una por una, pidiéndoles permiso a los padres de las que eran menores de edad.

Hoy, la situación es otra. Valledupar ya cuenta con su fiesta de noviembre, y mujeres que en el primer encuentro se atrevieron a pararse en tarima encontraron eco inesperado. Así nació Son Wayuu, de la mano de Iris Curvelo, una cantante de Uribia que ya había olvidado la emoción de las competencias musicales que ganó cuando era niña. Llegó al primer Evafe casi empujada por su hermana y confiesa que subió a cantar con pánico escénico. Pero sacó fuerza de su intención de mostrar la cultura de su etnia a partir de la música.

Son Wayuu hoy es una fundación que se mueve en diferentes frentes, uno de ellos el conjunto musical que integra solo talentos de la zona y otro, el coro de niñas de Uribia, que después de saber que sí podían interpretar vallenato se están formando y a veces la acompañan en escena.

“Este año no estaré en el Evafe porque invitaron a Son Wayuu a los premios Enfoque 2018, en Tampa (Estados Unidos), pero el año entrante me lo gano”, dijo Curvelo, que a lo largo de estos tres años armó un repertorio que incluye versiones en wayunaiki de canciones representativas de La Guajira.

Las primeras ganadoras del Evafe del 2016 también hicieron historia. Evelyn Gómez (cantante) y Wendy Corzo (indígena kankuama que toca el acordeón) se ganaron el Congo de Oro en el Festival de Orquestas de Barranquilla al año siguiente. Corzo sería la reina del acordeón en el Evafe 2017. Mañana entrega la corona.


Los efectos se sintieron en otras ciudades: el Festival Francisco el Hombre, de Riohacha, les dio a las dos agrupaciones ganadoras del Evafe un cupo en sus competencias. El festival riohachero suele hacer eliminatorias para que solo los mejores grupos emergentes lleguen a su escenario, pero dejaba entrar –sin filtro– a dos conjuntos femeninos que quisieran participar. Que el filtro fuera el Evafe repercutió en un mejor desempeño de las mujeres en Riohacha.

“Lo hacemos por equidad. El vallenato hay que abrirlo, que no se siga viendo como una música machista”, dice Walter Daza, del Francisco el Hombre.

Este año, el Evafe cambió algunas reglas: de recibir a todas las inscritas, pasó a hacer una preselección: de 60 inscritas en canción inédita seleccionó 15. Dejó 15 cantantes e igual número de acordeoneras. Aun así, este año habrá 300 mujeres en tarima, incluidas las invitadas internacionales, fuera de competencia.

Más allá de la historia del festival, se trata de la salida a la luz de un movimiento. Se puede hablar de un antes y después del rol femenino en esta música, empezando por los referentes:

“Antes, pocos hablaban de Rita Fernández”, dice la psicóloga Fabrina Acosta, creadora de la fundación Evas y Adanes, que lleva años haciendo foros sobre la mujer en el vallenato. “No recordaban que fundó Las Universitarias, el primer grupo femenino de vallenato (en 1968). La gente piensa primero en Patricia Teherán (1969-1995), que era comercial y en sus letras y actitud replicaba el machismo. Ese referente no nos sirve. Las mujeres queremos tejer otra imagen que nos identifique”.

Acosta dice que en sus foros, el enfoque ha cambiado. “Muchas dejaron atrás el discurso victimizado de decir que nadie les abre las puertas. Está el ejemplo de Son Wayuu, que sin apoyo va a representar el país en Estados Unidos. Se han empoderado, hay mujeres que estudiaron música profesionalmente, mujeres que tocan, cantan y componen, son las nuevas juglaresas”.

Que muchas toquen y canten, al estilo de los juglares, no es casual. Tiene que ver con la dificultad de mantener un conjunto musical y con el hecho de que se forjen a contracorriente en festivales tradicionales. Sin embargo, el músico Éder Polo explica que la tradición ha jugado en contra: “El vallenato es el único género folclórico en el mundo que deja de lado a las mujeres. Las ves cantando ranchera o samba, pero el vallenato no las ha dejado expresarse. No lo comparto, pero se creía que una mujer no aguanta cantar sola una parranda”.

En la historia hubo un momento en el que las parrandas –caldo de cultivo primigenio del género– eran territorio vetado para mujeres. El juglar que iba por ahí, midiéndose en talento, al estilo de un gallo de pelea con los acordeoneros de otros pueblos, mantuvo en silencio una realidad previa: que muchos fueron acunados por madres cantadoras; así lo ha dicho Totó La Momposina varias veces.


Hubo reyes vallenatos que cumplieron el sueño de las mujeres de su familia. Gloria Socarrás, la madre del rey 1984, Orángel el ‘Pangue’ Maestre, aprendió a tocar acordeón, pero no pudo ser artista. Entonces, les enseñó a sus hijos.

El avance es visible. Acordeoneras y cantantes presentándose a realities de talento en televisión (María Silena Ovalle, en Factor X), mujeres sacando sus discos solas. En uno de los foros de Evas y Adanes, la acordeonera, compositora y cantante Diana Burco relató que cuando iba a producir su álbum, alguien le sugirió que se hiciera novia de un músico para que se lo grabara.

Ese álbum se hizo con recursos propios y está ahora nominado al Grammy Latino en la categoría de mejor álbum de vallenato/cumbia. Está de tú a tú con Silvestre Dangond (quien en una rueda de prensa posterior a las nominaciones confesó no saber de ella), Jean Carlos Centeno, Juan Piña y Alberto Barros.

“La única mujer cantante, acordeonera y compositora nominada al Grammy en la historia de la categoría vallenata llegó hasta allá de forma independiente, entre un grupo de nominados que están dentro de la industria. Eso tiene que decir algo”, subraya Fabrina Acosta.

Puede decir que es hora de abrir los ojos ante lo que hacen las mujeres en el vallenato mientras los hombres siguen encandilados con la ya agotada “nueva ola” y las letras, cada vez más “reguetoneras”, que están adoptando para pegar efímeros hits comerciales. Las mujeres buscan una voz que con el tiempo pueda darle aire al género.

“Se podría hablar de un movimiento que se inicia –agrega Acosta–. Nos faltaría aprender a trabajar en equipo”.

Éder Polo es líder del grupo La Región, que tiene varias mujeres, entre ellas la cantante Pauly Páez. En el lanzamiento del Evafe, en Bogotá, Polo era de los espectadores que sabían en qué festivales y conjuntos musicales se había destacado cada artista: “Ese día, yo habría escogido cuatro o cinco para armar una banda”, afirmó. Vio talento no solo en acordeoneras y cantantes, sino bateristas, guitarristas, cajeras y guacharaqueras.

Polo opina que Patricia Teherán fue exitosa en los 80 “por su tonalidad y su voz fuerte, porque cantaba en tonos de hombre, y esa fue su magia para pegar. Pero el error de las mujeres está hoy en querer imitarla, a ella o a Silvestre o a cualquiera de la nueva ola. Creería que las mujeres vienen haciendo una revolución dentro del folclor vallenato, solo hay que apoyarlas, darles la oportunidad”.

LILIANA MARTÍNEZ POLO
CULTURA Y ENTRETENIMIENTO
@Lilangmartin

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Las mujeres están cocinando una revolución vallenata

Fuente: Nota tomada de eltiempo.com Por: LILIANA MARTÍNEZ POLO | Fecha: 2018-11-12 | Visitas: 2935

Las mujeres están cocinando una revolución vallenata

Todavía sorprende ver a una mujer ejecutar un vallenato, desafiando el teclado del acordeón. Tres años atrás, cuando nació el Encuentro de Vallenato Femenino (Evafe), el asombro fue que se encontraran tantas acordeoneras, cantantes y compositoras en una competencia en la misma plaza Alfonso López, donde nació el célebre Festival de la Leyenda Vallenata.
Todas compitieron bajo los líneamientos del folclor, pero en las planillas del jurado, además del talento, había una polémica casilla que calificaba “feminidad”.

Dice Hernando Riaño Baute, director del Evafe –cuya tercera edición es este fin de semana en Valledupar– que la intención no era juzgar apariencia ni vestimenta. Se buscaba incentivar en las participantes que expresaran su sentir como mujeres y no imitar la actitud de los hombres, cosa que solían hacer en otros festivales. El reglamento en otros encuentros, como el Festival de la Leyenda Vallenata –explicó Riaño– prohíbe cualquier ademán que distraiga de la interpretación. El Evafe, en cambio, busca que la mujer encuentre su expresión propia.

En el 2016, Riaño tuvo que rebuscarse a las concursantes. Husmeando en Facebook y Youtube iba identificándolas e invitándolas, casi a una por una, pidiéndoles permiso a los padres de las que eran menores de edad.

Hoy, la situación es otra. Valledupar ya cuenta con su fiesta de noviembre, y mujeres que en el primer encuentro se atrevieron a pararse en tarima encontraron eco inesperado. Así nació Son Wayuu, de la mano de Iris Curvelo, una cantante de Uribia que ya había olvidado la emoción de las competencias musicales que ganó cuando era niña. Llegó al primer Evafe casi empujada por su hermana y confiesa que subió a cantar con pánico escénico. Pero sacó fuerza de su intención de mostrar la cultura de su etnia a partir de la música.

Son Wayuu hoy es una fundación que se mueve en diferentes frentes, uno de ellos el conjunto musical que integra solo talentos de la zona y otro, el coro de niñas de Uribia, que después de saber que sí podían interpretar vallenato se están formando y a veces la acompañan en escena.

“Este año no estaré en el Evafe porque invitaron a Son Wayuu a los premios Enfoque 2018, en Tampa (Estados Unidos), pero el año entrante me lo gano”, dijo Curvelo, que a lo largo de estos tres años armó un repertorio que incluye versiones en wayunaiki de canciones representativas de La Guajira.

Las primeras ganadoras del Evafe del 2016 también hicieron historia. Evelyn Gómez (cantante) y Wendy Corzo (indígena kankuama que toca el acordeón) se ganaron el Congo de Oro en el Festival de Orquestas de Barranquilla al año siguiente. Corzo sería la reina del acordeón en el Evafe 2017. Mañana entrega la corona.


Los efectos se sintieron en otras ciudades: el Festival Francisco el Hombre, de Riohacha, les dio a las dos agrupaciones ganadoras del Evafe un cupo en sus competencias. El festival riohachero suele hacer eliminatorias para que solo los mejores grupos emergentes lleguen a su escenario, pero dejaba entrar –sin filtro– a dos conjuntos femeninos que quisieran participar. Que el filtro fuera el Evafe repercutió en un mejor desempeño de las mujeres en Riohacha.

“Lo hacemos por equidad. El vallenato hay que abrirlo, que no se siga viendo como una música machista”, dice Walter Daza, del Francisco el Hombre.

Este año, el Evafe cambió algunas reglas: de recibir a todas las inscritas, pasó a hacer una preselección: de 60 inscritas en canción inédita seleccionó 15. Dejó 15 cantantes e igual número de acordeoneras. Aun así, este año habrá 300 mujeres en tarima, incluidas las invitadas internacionales, fuera de competencia.

Más allá de la historia del festival, se trata de la salida a la luz de un movimiento. Se puede hablar de un antes y después del rol femenino en esta música, empezando por los referentes:

“Antes, pocos hablaban de Rita Fernández”, dice la psicóloga Fabrina Acosta, creadora de la fundación Evas y Adanes, que lleva años haciendo foros sobre la mujer en el vallenato. “No recordaban que fundó Las Universitarias, el primer grupo femenino de vallenato (en 1968). La gente piensa primero en Patricia Teherán (1969-1995), que era comercial y en sus letras y actitud replicaba el machismo. Ese referente no nos sirve. Las mujeres queremos tejer otra imagen que nos identifique”.

Acosta dice que en sus foros, el enfoque ha cambiado. “Muchas dejaron atrás el discurso victimizado de decir que nadie les abre las puertas. Está el ejemplo de Son Wayuu, que sin apoyo va a representar el país en Estados Unidos. Se han empoderado, hay mujeres que estudiaron música profesionalmente, mujeres que tocan, cantan y componen, son las nuevas juglaresas”.

Que muchas toquen y canten, al estilo de los juglares, no es casual. Tiene que ver con la dificultad de mantener un conjunto musical y con el hecho de que se forjen a contracorriente en festivales tradicionales. Sin embargo, el músico Éder Polo explica que la tradición ha jugado en contra: “El vallenato es el único género folclórico en el mundo que deja de lado a las mujeres. Las ves cantando ranchera o samba, pero el vallenato no las ha dejado expresarse. No lo comparto, pero se creía que una mujer no aguanta cantar sola una parranda”.

En la historia hubo un momento en el que las parrandas –caldo de cultivo primigenio del género– eran territorio vetado para mujeres. El juglar que iba por ahí, midiéndose en talento, al estilo de un gallo de pelea con los acordeoneros de otros pueblos, mantuvo en silencio una realidad previa: que muchos fueron acunados por madres cantadoras; así lo ha dicho Totó La Momposina varias veces.


Hubo reyes vallenatos que cumplieron el sueño de las mujeres de su familia. Gloria Socarrás, la madre del rey 1984, Orángel el ‘Pangue’ Maestre, aprendió a tocar acordeón, pero no pudo ser artista. Entonces, les enseñó a sus hijos.

El avance es visible. Acordeoneras y cantantes presentándose a realities de talento en televisión (María Silena Ovalle, en Factor X), mujeres sacando sus discos solas. En uno de los foros de Evas y Adanes, la acordeonera, compositora y cantante Diana Burco relató que cuando iba a producir su álbum, alguien le sugirió que se hiciera novia de un músico para que se lo grabara.

Ese álbum se hizo con recursos propios y está ahora nominado al Grammy Latino en la categoría de mejor álbum de vallenato/cumbia. Está de tú a tú con Silvestre Dangond (quien en una rueda de prensa posterior a las nominaciones confesó no saber de ella), Jean Carlos Centeno, Juan Piña y Alberto Barros.

“La única mujer cantante, acordeonera y compositora nominada al Grammy en la historia de la categoría vallenata llegó hasta allá de forma independiente, entre un grupo de nominados que están dentro de la industria. Eso tiene que decir algo”, subraya Fabrina Acosta.

Puede decir que es hora de abrir los ojos ante lo que hacen las mujeres en el vallenato mientras los hombres siguen encandilados con la ya agotada “nueva ola” y las letras, cada vez más “reguetoneras”, que están adoptando para pegar efímeros hits comerciales. Las mujeres buscan una voz que con el tiempo pueda darle aire al género.

“Se podría hablar de un movimiento que se inicia –agrega Acosta–. Nos faltaría aprender a trabajar en equipo”.

Éder Polo es líder del grupo La Región, que tiene varias mujeres, entre ellas la cantante Pauly Páez. En el lanzamiento del Evafe, en Bogotá, Polo era de los espectadores que sabían en qué festivales y conjuntos musicales se había destacado cada artista: “Ese día, yo habría escogido cuatro o cinco para armar una banda”, afirmó. Vio talento no solo en acordeoneras y cantantes, sino bateristas, guitarristas, cajeras y guacharaqueras.

Polo opina que Patricia Teherán fue exitosa en los 80 “por su tonalidad y su voz fuerte, porque cantaba en tonos de hombre, y esa fue su magia para pegar. Pero el error de las mujeres está hoy en querer imitarla, a ella o a Silvestre o a cualquiera de la nueva ola. Creería que las mujeres vienen haciendo una revolución dentro del folclor vallenato, solo hay que apoyarlas, darles la oportunidad”.

LILIANA MARTÍNEZ POLO
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Todavía sorprende ver a una mujer ejecutar un vallenato, desafiando el teclado del acordeón. Tres años atrás, cuando nació el Encuentro de Vallenato Femenino (Evafe), el asombro fue que se encontraran tantas acordeoneras, cantantes y compositoras en una competencia en la misma plaza Alfonso López, donde nació el célebre Festival de la Leyenda Vallenata.
Todas compitieron bajo los líneamientos del folclor, pero en las planillas del jurado, además del talento, había una polémica casilla que calificaba “feminidad”.

Dice Hernando Riaño Baute, director del Evafe –cuya tercera edición es este fin de semana en Valledupar– que la intención no era juzgar apariencia ni vestimenta. Se buscaba incentivar en las participantes que expresaran su sentir como mujeres y no imitar la actitud de los hombres, cosa que solían hacer en otros festivales. El reglamento en otros encuentros, como el Festival de la Leyenda Vallenata –explicó Riaño– prohíbe cualquier ademán que distraiga de la interpretación. El Evafe, en cambio, busca que la mujer encuentre su expresión propia.

En el 2016, Riaño tuvo que rebuscarse a las concursantes. Husmeando en Facebook y Youtube iba identificándolas e invitándolas, casi a una por una, pidiéndoles permiso a los padres de las que eran menores de edad.

Hoy, la situación es otra. Valledupar ya cuenta con su fiesta de noviembre, y mujeres que en el primer encuentro se atrevieron a pararse en tarima encontraron eco inesperado. Así nació Son Wayuu, de la mano de Iris Curvelo, una cantante de Uribia que ya había olvidado la emoción de las competencias musicales que ganó cuando era niña. Llegó al primer Evafe casi empujada por su hermana y confiesa que subió a cantar con pánico escénico. Pero sacó fuerza de su intención de mostrar la cultura de su etnia a partir de la música.

Son Wayuu hoy es una fundación que se mueve en diferentes frentes, uno de ellos el conjunto musical que integra solo talentos de la zona y otro, el coro de niñas de Uribia, que después de saber que sí podían interpretar vallenato se están formando y a veces la acompañan en escena.

“Este año no estaré en el Evafe porque invitaron a Son Wayuu a los premios Enfoque 2018, en Tampa (Estados Unidos), pero el año entrante me lo gano”, dijo Curvelo, que a lo largo de estos tres años armó un repertorio que incluye versiones en wayunaiki de canciones representativas de La Guajira.

Las primeras ganadoras del Evafe del 2016 también hicieron historia. Evelyn Gómez (cantante) y Wendy Corzo (indígena kankuama que toca el acordeón) se ganaron el Congo de Oro en el Festival de Orquestas de Barranquilla al año siguiente. Corzo sería la reina del acordeón en el Evafe 2017. Mañana entrega la corona.


Los efectos se sintieron en otras ciudades: el Festival Francisco el Hombre, de Riohacha, les dio a las dos agrupaciones ganadoras del Evafe un cupo en sus competencias. El festival riohachero suele hacer eliminatorias para que solo los mejores grupos emergentes lleguen a su escenario, pero dejaba entrar –sin filtro– a dos conjuntos femeninos que quisieran participar. Que el filtro fuera el Evafe repercutió en un mejor desempeño de las mujeres en Riohacha.

“Lo hacemos por equidad. El vallenato hay que abrirlo, que no se siga viendo como una música machista”, dice Walter Daza, del Francisco el Hombre.

Este año, el Evafe cambió algunas reglas: de recibir a todas las inscritas, pasó a hacer una preselección: de 60 inscritas en canción inédita seleccionó 15. Dejó 15 cantantes e igual número de acordeoneras. Aun así, este año habrá 300 mujeres en tarima, incluidas las invitadas internacionales, fuera de competencia.

Más allá de la historia del festival, se trata de la salida a la luz de un movimiento. Se puede hablar de un antes y después del rol femenino en esta música, empezando por los referentes:

“Antes, pocos hablaban de Rita Fernández”, dice la psicóloga Fabrina Acosta, creadora de la fundación Evas y Adanes, que lleva años haciendo foros sobre la mujer en el vallenato. “No recordaban que fundó Las Universitarias, el primer grupo femenino de vallenato (en 1968). La gente piensa primero en Patricia Teherán (1969-1995), que era comercial y en sus letras y actitud replicaba el machismo. Ese referente no nos sirve. Las mujeres queremos tejer otra imagen que nos identifique”.

Acosta dice que en sus foros, el enfoque ha cambiado. “Muchas dejaron atrás el discurso victimizado de decir que nadie les abre las puertas. Está el ejemplo de Son Wayuu, que sin apoyo va a representar el país en Estados Unidos. Se han empoderado, hay mujeres que estudiaron música profesionalmente, mujeres que tocan, cantan y componen, son las nuevas juglaresas”.

Que muchas toquen y canten, al estilo de los juglares, no es casual. Tiene que ver con la dificultad de mantener un conjunto musical y con el hecho de que se forjen a contracorriente en festivales tradicionales. Sin embargo, el músico Éder Polo explica que la tradición ha jugado en contra: “El vallenato es el único género folclórico en el mundo que deja de lado a las mujeres. Las ves cantando ranchera o samba, pero el vallenato no las ha dejado expresarse. No lo comparto, pero se creía que una mujer no aguanta cantar sola una parranda”.

En la historia hubo un momento en el que las parrandas –caldo de cultivo primigenio del género– eran territorio vetado para mujeres. El juglar que iba por ahí, midiéndose en talento, al estilo de un gallo de pelea con los acordeoneros de otros pueblos, mantuvo en silencio una realidad previa: que muchos fueron acunados por madres cantadoras; así lo ha dicho Totó La Momposina varias veces.


Hubo reyes vallenatos que cumplieron el sueño de las mujeres de su familia. Gloria Socarrás, la madre del rey 1984, Orángel el ‘Pangue’ Maestre, aprendió a tocar acordeón, pero no pudo ser artista. Entonces, les enseñó a sus hijos.

El avance es visible. Acordeoneras y cantantes presentándose a realities de talento en televisión (María Silena Ovalle, en Factor X), mujeres sacando sus discos solas. En uno de los foros de Evas y Adanes, la acordeonera, compositora y cantante Diana Burco relató que cuando iba a producir su álbum, alguien le sugirió que se hiciera novia de un músico para que se lo grabara.

Ese álbum se hizo con recursos propios y está ahora nominado al Grammy Latino en la categoría de mejor álbum de vallenato/cumbia. Está de tú a tú con Silvestre Dangond (quien en una rueda de prensa posterior a las nominaciones confesó no saber de ella), Jean Carlos Centeno, Juan Piña y Alberto Barros.

“La única mujer cantante, acordeonera y compositora nominada al Grammy en la historia de la categoría vallenata llegó hasta allá de forma independiente, entre un grupo de nominados que están dentro de la industria. Eso tiene que decir algo”, subraya Fabrina Acosta.

Puede decir que es hora de abrir los ojos ante lo que hacen las mujeres en el vallenato mientras los hombres siguen encandilados con la ya agotada “nueva ola” y las letras, cada vez más “reguetoneras”, que están adoptando para pegar efímeros hits comerciales. Las mujeres buscan una voz que con el tiempo pueda darle aire al género.

“Se podría hablar de un movimiento que se inicia –agrega Acosta–. Nos faltaría aprender a trabajar en equipo”.

Éder Polo es líder del grupo La Región, que tiene varias mujeres, entre ellas la cantante Pauly Páez. En el lanzamiento del Evafe, en Bogotá, Polo era de los espectadores que sabían en qué festivales y conjuntos musicales se había destacado cada artista: “Ese día, yo habría escogido cuatro o cinco para armar una banda”, afirmó. Vio talento no solo en acordeoneras y cantantes, sino bateristas, guitarristas, cajeras y guacharaqueras.

Polo opina que Patricia Teherán fue exitosa en los 80 “por su tonalidad y su voz fuerte, porque cantaba en tonos de hombre, y esa fue su magia para pegar. Pero el error de las mujeres está hoy en querer imitarla, a ella o a Silvestre o a cualquiera de la nueva ola. Creería que las mujeres vienen haciendo una revolución dentro del folclor vallenato, solo hay que apoyarlas, darles la oportunidad”.

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