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Carlos Vives rompe el silencio y habla de música, fútbol, política y mucho más

Fuente: El Tiempo | Fecha: 2004-08-03 | Visitas: 11943

Carlos Vives rompe el silencio y habla de música, fútbol, política y mucho más

El artista colombiano, que el próximo 31 de agosto lanza su nuevo disco habló, en exclusiva, con D’Artagnan, director de Revista Credencial.

El 'Rock de mi pueblo' -como se titula la última producción- sale a la venta un día antes de la quinta entrega de los premios Grammy Latinos, en Los Ángeles.

Vives habla en esta entrevista de todo: desde la música a la política. La conclusión es que es el mismo de siempre, pero mejor.

Algunos suponen que Carlos Vives se quedó enraizado en el mar de La Guajira, con los wayúu, o en la Sierra Nevada de Santa Marta con los arhuacos. Y aunque es cierto que en tales ambientes tiene origen su nuevo disco –‘El rock de mi pueblo’–, tal vez lo que más sorprende de los diálogos sostenidos para un reportaje con la Revista Credencial es su exploración de otras culturas étnicas y musicales.

Casi podría decirse que a la cumbia colombiana y al blues del Mississippi apenas los separa el mar Caribe, o al menos los identifica el río Magdalena. Aunque es una apreciación simplista, la verdad es que, en los descubrimientos de Vives, el vallenato se nutre de influencias no sólo propias de la idiosincracia negra del norte de África, sino inclusive de los bailes árabes primitivos. Es decir que la danza de ‘La Chichamaya’ tiene relación con los fenicios, así como la caja del vallenato produce en el fondo un sonido similar al de los tambores de Alejandría.

Es tal su obsesión por escudriñar todo esto, que no en vano fueron enriquecedoras sus conversaciones sobre el tema con el antropólogo Gerardo Reichel-Dolmatoff. Todo, pues, mantiene una relación de sonidos históricos que, en el caso de la música de nuestro cantautor samario, finalmente confluye en el rock.

Porque esa especie de introspección es lo más difícil de asimilar en la trayectoria de Vives. No es apenas el estudio pormenorizado de otras culturas sino su gusto para vestirse a sí mismo, apartado de la gala. Vale decir, con unos tenis rojos por él pintados, en combinación con los bluyines desarrapados –típicos de los rockeros clásicos- y una camiseta de manga corta poblada con borlas de los wayúu y huesitos de pescado. Diseño suyo, en efecto, pero es su costurera, Priscila Guerrero (bogotana de pura cepa), la encargada de finalizar los vestuarios.

Y es que de tan remotos orígenes como los mencionados, también su música recibe alguna ascendencia andina. Así, por un lado, es el multicolor de los wayúu y por otro los café, los beige y los terracotas de los arhuacos de la Sierra Nevada lo que finalmente viene a asociarse con la tierra de nuestras cordilleras. El éxito de Carlos –y su capacidad creativa– reside en transformar todo ello. En evolucionarlo y, de paso, revolucionarlo. Pues innovar todo ese bagaje sociológico sublimándose en un showman internacional es lo que justamente hace que la música de Vives tenga semejante receptividad en los países de la Europa mediterránea y especialmente en España, donde la alegría del andaluz –con todo aquel acerbo árabe– se identifica de alguna forma con la exuberancia que ha caracterizado siempre a la gente del Caribe.

Es ciertamente una machera que este 31 de agosto –un día antes de la quinta entrega de los Grammys Latinos– Carlos Vives lance en Los Ángeles su nuevo hit, porque eso es la internacionalización de la música. Y que lo haga con su gaitera, sus guitarristas, el bajista, el acordeonista, el tecladista, el baterista, y quienes interpretan la caja y la guacharaca: todos colombianos de pura cepa; y aunque en el equipo predominan los guajiros provenientes de Maicao, Riohacha y Villanueva, además de Maité Montero, la gaitera oriunda de Cartagena, Vives sostiene que hay dos bogotanos claves encargados de darle a sus ritmos ese tenue toque andino al que aludía. Son Andrés Castro, uno de los intérpretes de guitarra eléctrica, y Pablo Bernal, el baterista y encargado de sintetizar las percusiones de muchos tambores. O sea, lo que se ha industrializado gracias al manejo artístico y sonoro de una batería altamente tecnificada.

Es eso lo que se resume en ‘El rock de mi pueblo’, cuya primera canción -Como tu- ya comienza a difundirse por las ondas radiales y televisivas como anuncio de lo que será el nuevo disco de Vives. Su noveno compacto, sin incluir los dos que grabó con letras del maestro Rafael Escalona. Y detrás del cual hay toda una trayectoria que a sus 43 años de edad lo describe como un artista que logró que el vallenato se conociera mundialmente, para quedarse en muchos corazones juveniles y ya no sólo en los de sus compatriotas.

El reportaje que se publica a continuación fue el resultado de varias conversaciones con el entrevistado, quien no tuvo reparos para abrir la puerta de su casa y permitirme conocer a fondo el entorno de su vida diaria: fotos viejas de cuando ‘El Pibe’ Valderrama formaba parte del Unión Magdalena y apenas comenzaba a encrespársele el pelo. Un acordeón que por el colorido del fuelle más parece la carrocería de una chiva cartagenera. Vives peinado como niño bogotano, con camisa blanca impecable, ¡y corbata!, al lado de Egidio Cuadrado, su compadre. Una guitarra, adornada por Andrés Jaramillo (dueño de Andrés Carne de Res), con toda clase de detalles curiosos y autóctonos. Y su gente. Desde Manuel Riveira, el manager que manda sobre Carlos como si fuera su padre, hasta su empleada Teresa Acuña, la encargada de prepararle la arepa ‘e huevo y el bollo limpio, a pesar de que esta última nació en Nocaima, Cundinamarca, y sospecho que no le gusta el mar.

Y aun cuando ya se sabe que los grandes artistas son reacios a involucrarse en política, sería deshonesto ocultar las simpatías de Vives por Uribe. “Todo el mundo -dice- pedía a gritos un poco de autoridad y ahora, cuando la tenemos, entonces comienzan a descalificarlo por autoritario, sin reparar en que el hecho de que haya un alcalde socialista mandando en Bogotá, como es Lucho Garzón, constituye un ejemplo de convivencia democrática de Colombia puertas hacia afuera”.

Lo dice sin ánimos proselitistas. Porque su único afán es Colombia a través de su cada vez más enriquecido folclor musical, del que él -Vives- es protagonista estrella.

¿Cómo pasó de ‘rockero’ de pueblo al ‘rock’ de mi pueblo?

–El paso fue, primero, descubrir que para aportarle a la música contemporánea y competir en el disco no era necesario dejar de hacer música colombiana. Tengo muy clara una experiencia que se repite desde el día que empecé a trabajar en el vallenato: muchas personas me preguntaban que por qué eso del vallenato, si a mí lo que me gustaba era el rock, y yo simplemente les decía: “Es que el vallenato es mi rock”.

¿El título de su nuevo disco 'El rock de mi pueblo' no será una revancha de sus primeros años, cuando Ud. se metió por el camino del rock como en un callejón sin salida?

–Sí, hay una revancha, pero de la vida, sin proponérmelo. Desde que fundamos ‘La Provincia’ y grabamos nuestro primer disco de clásicos, ya sabíamos que íbamos a parecer unos roqueros vallenatos. O que al menos así nos iban a ver aquí.

¿Cómo puede fusionarse algo tan foráneo como el ‘rock’ con algo tan raizal como la música tropical? ¿Cuál es la clave?

–Creo que la clave está en varias cosas. Primero, en comprender que lo que conocemos como ‘rock’, con su rutilante cielo de estrellas, nació de las bases folclóricas de gentes muy humildes en el sur de Estados Unidos, y que lo podríamos resumir si hablamos del blues del Mississippi. Es entender que los fundamentos musicales del río Magdalena son iguales de poderosos e importantes, y que han generado toda una corriente musical en América Latina. Es aceptar, además, que ellas coinciden en muchos aspectos humanos con las corrientes folclóricas que, en su proceso de urbanización, desembocaron en el country y en el rock and roll. Es comprender finalmente que la cumbia es nuestro blues y la representación más clara de nuestra diversidad cultural, y entender entonces al maestro Guillermo Abadía Morales, a Francisco Zumaqué, a José Barros y a tantos más que no se cansan de repetirnos que la cumbia es la mamá. Imagino que en ciudades como Barranquilla o Medellín, ciertos artistas locales siempre se han dedicado a la búsqueda de un sonido más moderno para su música. Pero mi experiencia personal nació, creció y se multiplicó en Bogotá, y se basó en lo que yo llamo el ‘patrón bogotano’, ese que algunos músicos de la capital lograron en los años 80 luego de codificar el ‘patrón rock de la cumbia’ con el que hacían su rock bogotano, influenciados por el argentino, el inglés o el norteamericano pero al que le intercalaban ‘patrones del Río Magdalena’. De esa época son ‘Distrito Especial - el de Bernardo Velasco en la guitarra, Carlos Iván Medina en los teclados, Einer Escaf en la batería-; el grupo de Iván Benavides y Lucia Pulido, Ernesto Teto Ocampo, Gilbert Martínez y muchos más. Todos ellos me enseñaron mucho y formaron parte de esa Provincia.

¿Con su trabajo le dice adiós al vallenato, a la provincia?

–Nunca. Mi trabajo y mi razón de ser como artista depende 100 por ciento de la fuente.

Lo que se ha escuchado de su nuevo ‘sencillo’ está dentro una onda que siguen varios artistas como Cabas, Mauricio y Palo de agua, Veto Gálvez, Maia… ¿Se siente usted el ‘mascarón de proa’ de ese movimiento?

–Lo que se ha escuchado hasta ahora es sólo una variante de las tantas que presenta el nuevo álbum, una canción poco tradicional que conserva la alegría y el dejo de la música vallenata. Creo que sí fuimos el mascarón de proa de esos primeros años, cuando la idea no tenía muchos amigos, pero hoy me alegro de ser parte, con ellos (y yo pondría muchos nombres más) de todo esto.

¿Cuál es la música que representa a Colombia? La que Ud. llevaría como representación a un concierto mundial de países.

–La música es la cumbia y a ese concierto llevaría a Totó La Momposina.

Hace unos meses, el diario EL TIEMPO pidió ‘cambiar’ el orden de las estrofas del Himno Nacional. ¿Usted se lo cambiaría? ¿Se atrevería a cambiarle la música? ¿Compondría un nuevo himno?

–No creo que sea necesario. El problema radica en que la grabación original es muy vieja y se ha quedado un poco en el tiempo, y además Colombia es un país que tiene muchos himnos. ¿O cómo le parece ‘Carmen de Bolívar’, de Lucho Bermúdez, o ‘El bunde tolimense’, de Castilla, o ‘Atlántico’, de Pacho Galán, o ‘La gota fría’, de Emiliano Zuleta, o ‘Te olvidé’, del maestro Peñaranda...?

Ud. declaró a Revista Credencial, en 1993, que era el ‘juglar de los 90’. ¿Qué es una década después?

–Si dije eso, creo que exageré y mucho. Ofrezco disculpas. Lo que sí he tratado es ser cada vez mejor alumno de aquellos músicos colombianos que trabajaron para darnos a todos una música tradicional y auténtica.

En esa misma entrevista, Ud. dijo que padecía del ‘síndrome de Peter Pan’. ¿Todavía lo tiene?

–¿También dije eso? ¿Qué estaría pensando yo en esa entrevista? Bueno, lo que sí creo es que las ideas nos mantienen jóvenes.

¿Se sintió tranquilo en la Sierra Nevada, cuando compuso el disco que lanza ahora?

–Yo hace mucho tiempo que no puedo disfrutar de ese lugar sagrado que es la Sierra Nevada de Santa Marta, ni de ningún otro de esos santuarios que tenemos los colombianos en la extensa geografía nacional.

El pasado 14 de julio, avionetas y helicópteros estatales fumigaron Mendihuaca. ¿Qué será más dañino para el medio ambiente allá en la Sierra: la deforestación de los cocaleros o el glifosato?

–La mezcla es terrible. Los resultados están a la vista, en la historia. El daño ecológico que la Sierra Nevada sufrió durante la ‘bonanza marimbera’ debería ser una gran enseñanza de lo que no se debe repetir.

Esa fumigación quebrantó un acuerdo que se había logrado con la comunidad para que ésta erradicara los cultivos ilícitos a mano, a cambio de presupuesto y de detener las fumigaciones. ¿Qué hacer para que el Estado cumpla con su parte y no fumigue?

–Parece que a muy pocos les importan nuestras culturas nativas y que nos seguimos negando a un conocimiento que nos enseñaría a tener una mejor relación con nuestro medio ambiente. Por lo demás, no sabría qué decir… tal vez rezar para que los encargados consigan presupuesto y que la erradicación se haga a mano y no traiga más prejuicios al ecosistema y, por supuesto, a sus habitantes.

Tienen que existir anécdotas ocurridas durante el proceso de composición. Cuéntenos una.

–‘La Provincia’ se presentó en el teatro Queen Elizabeth, de Vancouver, en noviembre del 2003, y teníamos dos días de asueto antes del concierto, los cuales habíamos destinado para trabajar en unas canciones para Ricky Martin. Mientras la mayoría de los integrantes de ‘La Provincia’ se dedicaba al turismo, Egidio, Andrés, Carlos Iván y yo nos encerramos en el Four Seasons de Vancouver a trabajar y, aunque todo había comenzado bien alrededor del piano, el proceso era interrumpido a cada momento por la necesidad de hacer, cada uno de nosotros, una llamada a Colombia. El asunto dio la vuelta completa cuando Egidio, al tratar de escapar de las tarifas telefónicas de ese superhotel, sacó un abanico de tarjetas de servicio prepagado que compró no sé dónde y que hasta tenían nombres chistosos. Él, ofuscado, refunfuñaba porque le parecía que le habían robado no sé cuantos minutos y al final no había logrado la comunicación, y entre la broma de si la llamada era para Fanny o para ver cómo estaban las mojarras de cultivo que tiene en la finca, ya la inspiración había tomado otro camino. Esa noche escribí, con Egidio, un paseo vallenato que está en nuestro nuevo disco y se llama ‘La llamada’. Adivinen de qué se trata.

¿Qué hay de nuevo en la Fundación Gaira? Nuevos proyectos, obras, objetivos…

–Realmente Gaira no es una fundación, sino una pequeña empresa de entretenimiento. Hemos hecho algo de televisión en un tiempo con poca estabilidad, algo de radio, trabajamos la parte musical de ‘La Provincia’, lo mismo que otros proyectos, pero la realidad es que la situación de los mercados y los cambios en nuestra industria en los últimos años, no han permitido el desarrollo natural de cada una de nuestras metas como compañía. Sin embargo, para mí es un logro poder mantener una pequeña nómina y pensar que aún están abiertas las puertas de nuestros sueños. En eso creo que sí se parece a una fundación.

¿Qué hay de su hermano Guillermo, que se lanza como cantante de boleros?

–Desde que éramos niños, Guillermo y yo fuimos compañeros en la música. Juntos tomamos clases de guitarra y todo lo hacíamos a dos voces, éramos famosos en la familia porque cantábamos boleros. Hace algunos años, inauguré con él que es cantante, publicista y cocinero un restaurante llamado ‘Gaira Café Cumbia House’, un lugar que rindiera culto a lo colombiano y donde él pudiera desarrollar el arte de la cocina local pero que además nos ofreciera un espacio para volver a hacer música. Y entonces, mientras yo viajo cantando por ahí, él sigue en Gaira cantando, pero no solo boleros sino también bullerengues, bambucos y todo lo tradicional. Su disco también es mi sueño y hoy tengo una compañía muy importante interesada en mi hermano, y sólo le pedí formar parte del equipo de producción.

Su familia ha estado siempre muy ligada a la política local y nacional. ¿Carlos Vives nunca se ha interesado en esa preocupación familiar?

–Yo me considero una persona con vocación de servicio y siempre le he servido a mi localidad. No sé si por eso sea o no sea un político.

Muy político y también muy diplomático. Sin embargo, alguna opinión le debe merecer el actual Gobierno, ahora con dos años de existencia. ¿Cuál es?

–Creo que para cualquier gobierno es difícil solucionar los problemas de Colombia. Pienso que el presidente Álvaro Uribe es un gran líder. Además creo que por su capacidad de trabajo y seriedad se gana la confianza de los colombianos.

Pero en materia de reelección, y para decirlo en canciones, el presidente Uribe… ¿es ‘Fruta fresca’ o más bien le caerá la ‘Gota fría’?

–Yo creo que más bien es “Muy antioqueño” (una canción de Héctor Ochoa) que dice:

Regálame tiplecito una melodía
quiero hacer un bambuco para el recuerdo
Yo le pongo los versos y la armonía
Y los dos le pondremos el sentimiento.

¿Cómo ha sobrevivido Ud. a la crisis de los 40? ¿Cómo se ve en la madurez?

–¿Cuales cuarenta? ¿Cuál crisis?… Me veo ‘jecho’.

Basados en lo que ha revelado la prensa del corazón sobre su vida personal, ¿considera Ud. que el hombre es un ser monógamo? ¿Piensa que el matrimonio debe ser para toda la vida?

–Lo único que te puedo decir es que las veces que me he casado, he pensado que es para toda la vida.

¿Qué vamos a hacer para no perder al ‘Pibe’ Valderrama? ¿Tiene algún consejo para él y para recuperarlo para el fútbol nuestro?

–Creo que el Pibe ha sido un ejemplo de vida para los colombianos y que es nuestro deber, como Nación, valorarlo y motivarlo para que, con su experiencia, ahora siga al servicio de su país.

Y hablando de fútbol, ¿vamos a clasificar al Mundial? ¿Cómo ve la ‘nueva onda’ de la selección?

–Creo que es muy difícil, pero también creo que cada vez más nuestro talento futbolístico crece y que hay una nueva generación de buenos futbolistas. La pregunta sería: “¿por qué a nivel de Selección, la cuestión no termina de cuajar?”.

Un cuestionario breve y sustancioso

Un país.

Unido

Una ciudad.

Humana

Una cultura.

Sin complejos

Su palabra favorita.

Compasión

Su grosería favorita.

¡No joda!

Qué detesta de la gente.

Que no se comporte como la gente

Qué busca en los demás.

Amistad

Qué lo apasiona.

Vivir

Un sonido favorito.

El de los monos bramadores de la desembocadura del río Don Diego

Otra profesión.

Administración o abogacía

¿Qué le gustaría que Dios le dijera al llegar al cielo?

“¡Ay hooombe!”

Música preferida.

Bien hecha de todas partes

Qué lee.

Crónicas, historia, biografías

Qué ve.

History Channel

Un pintor.

Ana Mercedes Hoyos

Uno clásico.

Andrés de Santamaría

Un objeto en particular.

Mi bicicleta

Una persona.

Amable

¿Con quién le gusta estar?

Con los que siempre han querido estar

¿Qué lo regenera?

Mi kayak y el mar de Santa Marta

¿Qué lo aburre?

La frase “Esto no se va a poder”

La peor frase de cajón.

“Vestir de gala el folclor”

Un recuerdo.

Las tardes de domingo en el estadio de Santa Marta

Su mejor consejo.

Haz lo que tu corazón te diga

¿Margarita Rosa?

Pétalos al viento

¿Herlinda?

Una amistad por recobrar

¿Claudia Helena?

Una luz en la tormenta.

Por Roberto Posada García-Peña, D’Artagnan
Director de Revista Credencial

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Carlos Vives rompe el silencio y habla de música, fútbol, política y mucho más

Fuente: El Tiempo | Fecha: 2004-08-03 | Visitas: 11943

Carlos Vives rompe el silencio y habla de música, fútbol, política y mucho más

El artista colombiano, que el próximo 31 de agosto lanza su nuevo disco habló, en exclusiva, con D’Artagnan, director de Revista Credencial.

El 'Rock de mi pueblo' -como se titula la última producción- sale a la venta un día antes de la quinta entrega de los premios Grammy Latinos, en Los Ángeles.

Vives habla en esta entrevista de todo: desde la música a la política. La conclusión es que es el mismo de siempre, pero mejor.

Algunos suponen que Carlos Vives se quedó enraizado en el mar de La Guajira, con los wayúu, o en la Sierra Nevada de Santa Marta con los arhuacos. Y aunque es cierto que en tales ambientes tiene origen su nuevo disco –‘El rock de mi pueblo’–, tal vez lo que más sorprende de los diálogos sostenidos para un reportaje con la Revista Credencial es su exploración de otras culturas étnicas y musicales.

Casi podría decirse que a la cumbia colombiana y al blues del Mississippi apenas los separa el mar Caribe, o al menos los identifica el río Magdalena. Aunque es una apreciación simplista, la verdad es que, en los descubrimientos de Vives, el vallenato se nutre de influencias no sólo propias de la idiosincracia negra del norte de África, sino inclusive de los bailes árabes primitivos. Es decir que la danza de ‘La Chichamaya’ tiene relación con los fenicios, así como la caja del vallenato produce en el fondo un sonido similar al de los tambores de Alejandría.

Es tal su obsesión por escudriñar todo esto, que no en vano fueron enriquecedoras sus conversaciones sobre el tema con el antropólogo Gerardo Reichel-Dolmatoff. Todo, pues, mantiene una relación de sonidos históricos que, en el caso de la música de nuestro cantautor samario, finalmente confluye en el rock.

Porque esa especie de introspección es lo más difícil de asimilar en la trayectoria de Vives. No es apenas el estudio pormenorizado de otras culturas sino su gusto para vestirse a sí mismo, apartado de la gala. Vale decir, con unos tenis rojos por él pintados, en combinación con los bluyines desarrapados –típicos de los rockeros clásicos- y una camiseta de manga corta poblada con borlas de los wayúu y huesitos de pescado. Diseño suyo, en efecto, pero es su costurera, Priscila Guerrero (bogotana de pura cepa), la encargada de finalizar los vestuarios.

Y es que de tan remotos orígenes como los mencionados, también su música recibe alguna ascendencia andina. Así, por un lado, es el multicolor de los wayúu y por otro los café, los beige y los terracotas de los arhuacos de la Sierra Nevada lo que finalmente viene a asociarse con la tierra de nuestras cordilleras. El éxito de Carlos –y su capacidad creativa– reside en transformar todo ello. En evolucionarlo y, de paso, revolucionarlo. Pues innovar todo ese bagaje sociológico sublimándose en un showman internacional es lo que justamente hace que la música de Vives tenga semejante receptividad en los países de la Europa mediterránea y especialmente en España, donde la alegría del andaluz –con todo aquel acerbo árabe– se identifica de alguna forma con la exuberancia que ha caracterizado siempre a la gente del Caribe.

Es ciertamente una machera que este 31 de agosto –un día antes de la quinta entrega de los Grammys Latinos– Carlos Vives lance en Los Ángeles su nuevo hit, porque eso es la internacionalización de la música. Y que lo haga con su gaitera, sus guitarristas, el bajista, el acordeonista, el tecladista, el baterista, y quienes interpretan la caja y la guacharaca: todos colombianos de pura cepa; y aunque en el equipo predominan los guajiros provenientes de Maicao, Riohacha y Villanueva, además de Maité Montero, la gaitera oriunda de Cartagena, Vives sostiene que hay dos bogotanos claves encargados de darle a sus ritmos ese tenue toque andino al que aludía. Son Andrés Castro, uno de los intérpretes de guitarra eléctrica, y Pablo Bernal, el baterista y encargado de sintetizar las percusiones de muchos tambores. O sea, lo que se ha industrializado gracias al manejo artístico y sonoro de una batería altamente tecnificada.

Es eso lo que se resume en ‘El rock de mi pueblo’, cuya primera canción -Como tu- ya comienza a difundirse por las ondas radiales y televisivas como anuncio de lo que será el nuevo disco de Vives. Su noveno compacto, sin incluir los dos que grabó con letras del maestro Rafael Escalona. Y detrás del cual hay toda una trayectoria que a sus 43 años de edad lo describe como un artista que logró que el vallenato se conociera mundialmente, para quedarse en muchos corazones juveniles y ya no sólo en los de sus compatriotas.

El reportaje que se publica a continuación fue el resultado de varias conversaciones con el entrevistado, quien no tuvo reparos para abrir la puerta de su casa y permitirme conocer a fondo el entorno de su vida diaria: fotos viejas de cuando ‘El Pibe’ Valderrama formaba parte del Unión Magdalena y apenas comenzaba a encrespársele el pelo. Un acordeón que por el colorido del fuelle más parece la carrocería de una chiva cartagenera. Vives peinado como niño bogotano, con camisa blanca impecable, ¡y corbata!, al lado de Egidio Cuadrado, su compadre. Una guitarra, adornada por Andrés Jaramillo (dueño de Andrés Carne de Res), con toda clase de detalles curiosos y autóctonos. Y su gente. Desde Manuel Riveira, el manager que manda sobre Carlos como si fuera su padre, hasta su empleada Teresa Acuña, la encargada de prepararle la arepa ‘e huevo y el bollo limpio, a pesar de que esta última nació en Nocaima, Cundinamarca, y sospecho que no le gusta el mar.

Y aun cuando ya se sabe que los grandes artistas son reacios a involucrarse en política, sería deshonesto ocultar las simpatías de Vives por Uribe. “Todo el mundo -dice- pedía a gritos un poco de autoridad y ahora, cuando la tenemos, entonces comienzan a descalificarlo por autoritario, sin reparar en que el hecho de que haya un alcalde socialista mandando en Bogotá, como es Lucho Garzón, constituye un ejemplo de convivencia democrática de Colombia puertas hacia afuera”.

Lo dice sin ánimos proselitistas. Porque su único afán es Colombia a través de su cada vez más enriquecido folclor musical, del que él -Vives- es protagonista estrella.

¿Cómo pasó de ‘rockero’ de pueblo al ‘rock’ de mi pueblo?

–El paso fue, primero, descubrir que para aportarle a la música contemporánea y competir en el disco no era necesario dejar de hacer música colombiana. Tengo muy clara una experiencia que se repite desde el día que empecé a trabajar en el vallenato: muchas personas me preguntaban que por qué eso del vallenato, si a mí lo que me gustaba era el rock, y yo simplemente les decía: “Es que el vallenato es mi rock”.

¿El título de su nuevo disco 'El rock de mi pueblo' no será una revancha de sus primeros años, cuando Ud. se metió por el camino del rock como en un callejón sin salida?

–Sí, hay una revancha, pero de la vida, sin proponérmelo. Desde que fundamos ‘La Provincia’ y grabamos nuestro primer disco de clásicos, ya sabíamos que íbamos a parecer unos roqueros vallenatos. O que al menos así nos iban a ver aquí.

¿Cómo puede fusionarse algo tan foráneo como el ‘rock’ con algo tan raizal como la música tropical? ¿Cuál es la clave?

–Creo que la clave está en varias cosas. Primero, en comprender que lo que conocemos como ‘rock’, con su rutilante cielo de estrellas, nació de las bases folclóricas de gentes muy humildes en el sur de Estados Unidos, y que lo podríamos resumir si hablamos del blues del Mississippi. Es entender que los fundamentos musicales del río Magdalena son iguales de poderosos e importantes, y que han generado toda una corriente musical en América Latina. Es aceptar, además, que ellas coinciden en muchos aspectos humanos con las corrientes folclóricas que, en su proceso de urbanización, desembocaron en el country y en el rock and roll. Es comprender finalmente que la cumbia es nuestro blues y la representación más clara de nuestra diversidad cultural, y entender entonces al maestro Guillermo Abadía Morales, a Francisco Zumaqué, a José Barros y a tantos más que no se cansan de repetirnos que la cumbia es la mamá. Imagino que en ciudades como Barranquilla o Medellín, ciertos artistas locales siempre se han dedicado a la búsqueda de un sonido más moderno para su música. Pero mi experiencia personal nació, creció y se multiplicó en Bogotá, y se basó en lo que yo llamo el ‘patrón bogotano’, ese que algunos músicos de la capital lograron en los años 80 luego de codificar el ‘patrón rock de la cumbia’ con el que hacían su rock bogotano, influenciados por el argentino, el inglés o el norteamericano pero al que le intercalaban ‘patrones del Río Magdalena’. De esa época son ‘Distrito Especial - el de Bernardo Velasco en la guitarra, Carlos Iván Medina en los teclados, Einer Escaf en la batería-; el grupo de Iván Benavides y Lucia Pulido, Ernesto Teto Ocampo, Gilbert Martínez y muchos más. Todos ellos me enseñaron mucho y formaron parte de esa Provincia.

¿Con su trabajo le dice adiós al vallenato, a la provincia?

–Nunca. Mi trabajo y mi razón de ser como artista depende 100 por ciento de la fuente.

Lo que se ha escuchado de su nuevo ‘sencillo’ está dentro una onda que siguen varios artistas como Cabas, Mauricio y Palo de agua, Veto Gálvez, Maia… ¿Se siente usted el ‘mascarón de proa’ de ese movimiento?

–Lo que se ha escuchado hasta ahora es sólo una variante de las tantas que presenta el nuevo álbum, una canción poco tradicional que conserva la alegría y el dejo de la música vallenata. Creo que sí fuimos el mascarón de proa de esos primeros años, cuando la idea no tenía muchos amigos, pero hoy me alegro de ser parte, con ellos (y yo pondría muchos nombres más) de todo esto.

¿Cuál es la música que representa a Colombia? La que Ud. llevaría como representación a un concierto mundial de países.

–La música es la cumbia y a ese concierto llevaría a Totó La Momposina.

Hace unos meses, el diario EL TIEMPO pidió ‘cambiar’ el orden de las estrofas del Himno Nacional. ¿Usted se lo cambiaría? ¿Se atrevería a cambiarle la música? ¿Compondría un nuevo himno?

–No creo que sea necesario. El problema radica en que la grabación original es muy vieja y se ha quedado un poco en el tiempo, y además Colombia es un país que tiene muchos himnos. ¿O cómo le parece ‘Carmen de Bolívar’, de Lucho Bermúdez, o ‘El bunde tolimense’, de Castilla, o ‘Atlántico’, de Pacho Galán, o ‘La gota fría’, de Emiliano Zuleta, o ‘Te olvidé’, del maestro Peñaranda...?

Ud. declaró a Revista Credencial, en 1993, que era el ‘juglar de los 90’. ¿Qué es una década después?

–Si dije eso, creo que exageré y mucho. Ofrezco disculpas. Lo que sí he tratado es ser cada vez mejor alumno de aquellos músicos colombianos que trabajaron para darnos a todos una música tradicional y auténtica.

En esa misma entrevista, Ud. dijo que padecía del ‘síndrome de Peter Pan’. ¿Todavía lo tiene?

–¿También dije eso? ¿Qué estaría pensando yo en esa entrevista? Bueno, lo que sí creo es que las ideas nos mantienen jóvenes.

¿Se sintió tranquilo en la Sierra Nevada, cuando compuso el disco que lanza ahora?

–Yo hace mucho tiempo que no puedo disfrutar de ese lugar sagrado que es la Sierra Nevada de Santa Marta, ni de ningún otro de esos santuarios que tenemos los colombianos en la extensa geografía nacional.

El pasado 14 de julio, avionetas y helicópteros estatales fumigaron Mendihuaca. ¿Qué será más dañino para el medio ambiente allá en la Sierra: la deforestación de los cocaleros o el glifosato?

–La mezcla es terrible. Los resultados están a la vista, en la historia. El daño ecológico que la Sierra Nevada sufrió durante la ‘bonanza marimbera’ debería ser una gran enseñanza de lo que no se debe repetir.

Esa fumigación quebrantó un acuerdo que se había logrado con la comunidad para que ésta erradicara los cultivos ilícitos a mano, a cambio de presupuesto y de detener las fumigaciones. ¿Qué hacer para que el Estado cumpla con su parte y no fumigue?

–Parece que a muy pocos les importan nuestras culturas nativas y que nos seguimos negando a un conocimiento que nos enseñaría a tener una mejor relación con nuestro medio ambiente. Por lo demás, no sabría qué decir… tal vez rezar para que los encargados consigan presupuesto y que la erradicación se haga a mano y no traiga más prejuicios al ecosistema y, por supuesto, a sus habitantes.

Tienen que existir anécdotas ocurridas durante el proceso de composición. Cuéntenos una.

–‘La Provincia’ se presentó en el teatro Queen Elizabeth, de Vancouver, en noviembre del 2003, y teníamos dos días de asueto antes del concierto, los cuales habíamos destinado para trabajar en unas canciones para Ricky Martin. Mientras la mayoría de los integrantes de ‘La Provincia’ se dedicaba al turismo, Egidio, Andrés, Carlos Iván y yo nos encerramos en el Four Seasons de Vancouver a trabajar y, aunque todo había comenzado bien alrededor del piano, el proceso era interrumpido a cada momento por la necesidad de hacer, cada uno de nosotros, una llamada a Colombia. El asunto dio la vuelta completa cuando Egidio, al tratar de escapar de las tarifas telefónicas de ese superhotel, sacó un abanico de tarjetas de servicio prepagado que compró no sé dónde y que hasta tenían nombres chistosos. Él, ofuscado, refunfuñaba porque le parecía que le habían robado no sé cuantos minutos y al final no había logrado la comunicación, y entre la broma de si la llamada era para Fanny o para ver cómo estaban las mojarras de cultivo que tiene en la finca, ya la inspiración había tomado otro camino. Esa noche escribí, con Egidio, un paseo vallenato que está en nuestro nuevo disco y se llama ‘La llamada’. Adivinen de qué se trata.

¿Qué hay de nuevo en la Fundación Gaira? Nuevos proyectos, obras, objetivos…

–Realmente Gaira no es una fundación, sino una pequeña empresa de entretenimiento. Hemos hecho algo de televisión en un tiempo con poca estabilidad, algo de radio, trabajamos la parte musical de ‘La Provincia’, lo mismo que otros proyectos, pero la realidad es que la situación de los mercados y los cambios en nuestra industria en los últimos años, no han permitido el desarrollo natural de cada una de nuestras metas como compañía. Sin embargo, para mí es un logro poder mantener una pequeña nómina y pensar que aún están abiertas las puertas de nuestros sueños. En eso creo que sí se parece a una fundación.

¿Qué hay de su hermano Guillermo, que se lanza como cantante de boleros?

–Desde que éramos niños, Guillermo y yo fuimos compañeros en la música. Juntos tomamos clases de guitarra y todo lo hacíamos a dos voces, éramos famosos en la familia porque cantábamos boleros. Hace algunos años, inauguré con él que es cantante, publicista y cocinero un restaurante llamado ‘Gaira Café Cumbia House’, un lugar que rindiera culto a lo colombiano y donde él pudiera desarrollar el arte de la cocina local pero que además nos ofreciera un espacio para volver a hacer música. Y entonces, mientras yo viajo cantando por ahí, él sigue en Gaira cantando, pero no solo boleros sino también bullerengues, bambucos y todo lo tradicional. Su disco también es mi sueño y hoy tengo una compañía muy importante interesada en mi hermano, y sólo le pedí formar parte del equipo de producción.

Su familia ha estado siempre muy ligada a la política local y nacional. ¿Carlos Vives nunca se ha interesado en esa preocupación familiar?

–Yo me considero una persona con vocación de servicio y siempre le he servido a mi localidad. No sé si por eso sea o no sea un político.

Muy político y también muy diplomático. Sin embargo, alguna opinión le debe merecer el actual Gobierno, ahora con dos años de existencia. ¿Cuál es?

–Creo que para cualquier gobierno es difícil solucionar los problemas de Colombia. Pienso que el presidente Álvaro Uribe es un gran líder. Además creo que por su capacidad de trabajo y seriedad se gana la confianza de los colombianos.

Pero en materia de reelección, y para decirlo en canciones, el presidente Uribe… ¿es ‘Fruta fresca’ o más bien le caerá la ‘Gota fría’?

–Yo creo que más bien es “Muy antioqueño” (una canción de Héctor Ochoa) que dice:

Regálame tiplecito una melodía
quiero hacer un bambuco para el recuerdo
Yo le pongo los versos y la armonía
Y los dos le pondremos el sentimiento.

¿Cómo ha sobrevivido Ud. a la crisis de los 40? ¿Cómo se ve en la madurez?

–¿Cuales cuarenta? ¿Cuál crisis?… Me veo ‘jecho’.

Basados en lo que ha revelado la prensa del corazón sobre su vida personal, ¿considera Ud. que el hombre es un ser monógamo? ¿Piensa que el matrimonio debe ser para toda la vida?

–Lo único que te puedo decir es que las veces que me he casado, he pensado que es para toda la vida.

¿Qué vamos a hacer para no perder al ‘Pibe’ Valderrama? ¿Tiene algún consejo para él y para recuperarlo para el fútbol nuestro?

–Creo que el Pibe ha sido un ejemplo de vida para los colombianos y que es nuestro deber, como Nación, valorarlo y motivarlo para que, con su experiencia, ahora siga al servicio de su país.

Y hablando de fútbol, ¿vamos a clasificar al Mundial? ¿Cómo ve la ‘nueva onda’ de la selección?

–Creo que es muy difícil, pero también creo que cada vez más nuestro talento futbolístico crece y que hay una nueva generación de buenos futbolistas. La pregunta sería: “¿por qué a nivel de Selección, la cuestión no termina de cuajar?”.

Un cuestionario breve y sustancioso

Un país.

Unido

Una ciudad.

Humana

Una cultura.

Sin complejos

Su palabra favorita.

Compasión

Su grosería favorita.

¡No joda!

Qué detesta de la gente.

Que no se comporte como la gente

Qué busca en los demás.

Amistad

Qué lo apasiona.

Vivir

Un sonido favorito.

El de los monos bramadores de la desembocadura del río Don Diego

Otra profesión.

Administración o abogacía

¿Qué le gustaría que Dios le dijera al llegar al cielo?

“¡Ay hooombe!”

Música preferida.

Bien hecha de todas partes

Qué lee.

Crónicas, historia, biografías

Qué ve.

History Channel

Un pintor.

Ana Mercedes Hoyos

Uno clásico.

Andrés de Santamaría

Un objeto en particular.

Mi bicicleta

Una persona.

Amable

¿Con quién le gusta estar?

Con los que siempre han querido estar

¿Qué lo regenera?

Mi kayak y el mar de Santa Marta

¿Qué lo aburre?

La frase “Esto no se va a poder”

La peor frase de cajón.

“Vestir de gala el folclor”

Un recuerdo.

Las tardes de domingo en el estadio de Santa Marta

Su mejor consejo.

Haz lo que tu corazón te diga

¿Margarita Rosa?

Pétalos al viento

¿Herlinda?

Una amistad por recobrar

¿Claudia Helena?

Una luz en la tormenta.

Por Roberto Posada García-Peña, D’Artagnan
Director de Revista Credencial

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Carlos Vives rompe el silencio y habla de música, fútbol, política y mucho más

Fuente: El Tiempo | Fecha: 2004-08-03 | Visitas: 11943

Carlos Vives rompe el silencio y habla de música, fútbol, política y mucho más

El artista colombiano, que el próximo 31 de agosto lanza su nuevo disco habló, en exclusiva, con D’Artagnan, director de Revista Credencial.

El 'Rock de mi pueblo' -como se titula la última producción- sale a la venta un día antes de la quinta entrega de los premios Grammy Latinos, en Los Ángeles.

Vives habla en esta entrevista de todo: desde la música a la política. La conclusión es que es el mismo de siempre, pero mejor.

Algunos suponen que Carlos Vives se quedó enraizado en el mar de La Guajira, con los wayúu, o en la Sierra Nevada de Santa Marta con los arhuacos. Y aunque es cierto que en tales ambientes tiene origen su nuevo disco –‘El rock de mi pueblo’–, tal vez lo que más sorprende de los diálogos sostenidos para un reportaje con la Revista Credencial es su exploración de otras culturas étnicas y musicales.

Casi podría decirse que a la cumbia colombiana y al blues del Mississippi apenas los separa el mar Caribe, o al menos los identifica el río Magdalena. Aunque es una apreciación simplista, la verdad es que, en los descubrimientos de Vives, el vallenato se nutre de influencias no sólo propias de la idiosincracia negra del norte de África, sino inclusive de los bailes árabes primitivos. Es decir que la danza de ‘La Chichamaya’ tiene relación con los fenicios, así como la caja del vallenato produce en el fondo un sonido similar al de los tambores de Alejandría.

Es tal su obsesión por escudriñar todo esto, que no en vano fueron enriquecedoras sus conversaciones sobre el tema con el antropólogo Gerardo Reichel-Dolmatoff. Todo, pues, mantiene una relación de sonidos históricos que, en el caso de la música de nuestro cantautor samario, finalmente confluye en el rock.

Porque esa especie de introspección es lo más difícil de asimilar en la trayectoria de Vives. No es apenas el estudio pormenorizado de otras culturas sino su gusto para vestirse a sí mismo, apartado de la gala. Vale decir, con unos tenis rojos por él pintados, en combinación con los bluyines desarrapados –típicos de los rockeros clásicos- y una camiseta de manga corta poblada con borlas de los wayúu y huesitos de pescado. Diseño suyo, en efecto, pero es su costurera, Priscila Guerrero (bogotana de pura cepa), la encargada de finalizar los vestuarios.

Y es que de tan remotos orígenes como los mencionados, también su música recibe alguna ascendencia andina. Así, por un lado, es el multicolor de los wayúu y por otro los café, los beige y los terracotas de los arhuacos de la Sierra Nevada lo que finalmente viene a asociarse con la tierra de nuestras cordilleras. El éxito de Carlos –y su capacidad creativa– reside en transformar todo ello. En evolucionarlo y, de paso, revolucionarlo. Pues innovar todo ese bagaje sociológico sublimándose en un showman internacional es lo que justamente hace que la música de Vives tenga semejante receptividad en los países de la Europa mediterránea y especialmente en España, donde la alegría del andaluz –con todo aquel acerbo árabe– se identifica de alguna forma con la exuberancia que ha caracterizado siempre a la gente del Caribe.

Es ciertamente una machera que este 31 de agosto –un día antes de la quinta entrega de los Grammys Latinos– Carlos Vives lance en Los Ángeles su nuevo hit, porque eso es la internacionalización de la música. Y que lo haga con su gaitera, sus guitarristas, el bajista, el acordeonista, el tecladista, el baterista, y quienes interpretan la caja y la guacharaca: todos colombianos de pura cepa; y aunque en el equipo predominan los guajiros provenientes de Maicao, Riohacha y Villanueva, además de Maité Montero, la gaitera oriunda de Cartagena, Vives sostiene que hay dos bogotanos claves encargados de darle a sus ritmos ese tenue toque andino al que aludía. Son Andrés Castro, uno de los intérpretes de guitarra eléctrica, y Pablo Bernal, el baterista y encargado de sintetizar las percusiones de muchos tambores. O sea, lo que se ha industrializado gracias al manejo artístico y sonoro de una batería altamente tecnificada.

Es eso lo que se resume en ‘El rock de mi pueblo’, cuya primera canción -Como tu- ya comienza a difundirse por las ondas radiales y televisivas como anuncio de lo que será el nuevo disco de Vives. Su noveno compacto, sin incluir los dos que grabó con letras del maestro Rafael Escalona. Y detrás del cual hay toda una trayectoria que a sus 43 años de edad lo describe como un artista que logró que el vallenato se conociera mundialmente, para quedarse en muchos corazones juveniles y ya no sólo en los de sus compatriotas.

El reportaje que se publica a continuación fue el resultado de varias conversaciones con el entrevistado, quien no tuvo reparos para abrir la puerta de su casa y permitirme conocer a fondo el entorno de su vida diaria: fotos viejas de cuando ‘El Pibe’ Valderrama formaba parte del Unión Magdalena y apenas comenzaba a encrespársele el pelo. Un acordeón que por el colorido del fuelle más parece la carrocería de una chiva cartagenera. Vives peinado como niño bogotano, con camisa blanca impecable, ¡y corbata!, al lado de Egidio Cuadrado, su compadre. Una guitarra, adornada por Andrés Jaramillo (dueño de Andrés Carne de Res), con toda clase de detalles curiosos y autóctonos. Y su gente. Desde Manuel Riveira, el manager que manda sobre Carlos como si fuera su padre, hasta su empleada Teresa Acuña, la encargada de prepararle la arepa ‘e huevo y el bollo limpio, a pesar de que esta última nació en Nocaima, Cundinamarca, y sospecho que no le gusta el mar.

Y aun cuando ya se sabe que los grandes artistas son reacios a involucrarse en política, sería deshonesto ocultar las simpatías de Vives por Uribe. “Todo el mundo -dice- pedía a gritos un poco de autoridad y ahora, cuando la tenemos, entonces comienzan a descalificarlo por autoritario, sin reparar en que el hecho de que haya un alcalde socialista mandando en Bogotá, como es Lucho Garzón, constituye un ejemplo de convivencia democrática de Colombia puertas hacia afuera”.

Lo dice sin ánimos proselitistas. Porque su único afán es Colombia a través de su cada vez más enriquecido folclor musical, del que él -Vives- es protagonista estrella.

¿Cómo pasó de ‘rockero’ de pueblo al ‘rock’ de mi pueblo?

–El paso fue, primero, descubrir que para aportarle a la música contemporánea y competir en el disco no era necesario dejar de hacer música colombiana. Tengo muy clara una experiencia que se repite desde el día que empecé a trabajar en el vallenato: muchas personas me preguntaban que por qué eso del vallenato, si a mí lo que me gustaba era el rock, y yo simplemente les decía: “Es que el vallenato es mi rock”.

¿El título de su nuevo disco 'El rock de mi pueblo' no será una revancha de sus primeros años, cuando Ud. se metió por el camino del rock como en un callejón sin salida?

–Sí, hay una revancha, pero de la vida, sin proponérmelo. Desde que fundamos ‘La Provincia’ y grabamos nuestro primer disco de clásicos, ya sabíamos que íbamos a parecer unos roqueros vallenatos. O que al menos así nos iban a ver aquí.

¿Cómo puede fusionarse algo tan foráneo como el ‘rock’ con algo tan raizal como la música tropical? ¿Cuál es la clave?

–Creo que la clave está en varias cosas. Primero, en comprender que lo que conocemos como ‘rock’, con su rutilante cielo de estrellas, nació de las bases folclóricas de gentes muy humildes en el sur de Estados Unidos, y que lo podríamos resumir si hablamos del blues del Mississippi. Es entender que los fundamentos musicales del río Magdalena son iguales de poderosos e importantes, y que han generado toda una corriente musical en América Latina. Es aceptar, además, que ellas coinciden en muchos aspectos humanos con las corrientes folclóricas que, en su proceso de urbanización, desembocaron en el country y en el rock and roll. Es comprender finalmente que la cumbia es nuestro blues y la representación más clara de nuestra diversidad cultural, y entender entonces al maestro Guillermo Abadía Morales, a Francisco Zumaqué, a José Barros y a tantos más que no se cansan de repetirnos que la cumbia es la mamá. Imagino que en ciudades como Barranquilla o Medellín, ciertos artistas locales siempre se han dedicado a la búsqueda de un sonido más moderno para su música. Pero mi experiencia personal nació, creció y se multiplicó en Bogotá, y se basó en lo que yo llamo el ‘patrón bogotano’, ese que algunos músicos de la capital lograron en los años 80 luego de codificar el ‘patrón rock de la cumbia’ con el que hacían su rock bogotano, influenciados por el argentino, el inglés o el norteamericano pero al que le intercalaban ‘patrones del Río Magdalena’. De esa época son ‘Distrito Especial - el de Bernardo Velasco en la guitarra, Carlos Iván Medina en los teclados, Einer Escaf en la batería-; el grupo de Iván Benavides y Lucia Pulido, Ernesto Teto Ocampo, Gilbert Martínez y muchos más. Todos ellos me enseñaron mucho y formaron parte de esa Provincia.

¿Con su trabajo le dice adiós al vallenato, a la provincia?

–Nunca. Mi trabajo y mi razón de ser como artista depende 100 por ciento de la fuente.

Lo que se ha escuchado de su nuevo ‘sencillo’ está dentro una onda que siguen varios artistas como Cabas, Mauricio y Palo de agua, Veto Gálvez, Maia… ¿Se siente usted el ‘mascarón de proa’ de ese movimiento?

–Lo que se ha escuchado hasta ahora es sólo una variante de las tantas que presenta el nuevo álbum, una canción poco tradicional que conserva la alegría y el dejo de la música vallenata. Creo que sí fuimos el mascarón de proa de esos primeros años, cuando la idea no tenía muchos amigos, pero hoy me alegro de ser parte, con ellos (y yo pondría muchos nombres más) de todo esto.

¿Cuál es la música que representa a Colombia? La que Ud. llevaría como representación a un concierto mundial de países.

–La música es la cumbia y a ese concierto llevaría a Totó La Momposina.

Hace unos meses, el diario EL TIEMPO pidió ‘cambiar’ el orden de las estrofas del Himno Nacional. ¿Usted se lo cambiaría? ¿Se atrevería a cambiarle la música? ¿Compondría un nuevo himno?

–No creo que sea necesario. El problema radica en que la grabación original es muy vieja y se ha quedado un poco en el tiempo, y además Colombia es un país que tiene muchos himnos. ¿O cómo le parece ‘Carmen de Bolívar’, de Lucho Bermúdez, o ‘El bunde tolimense’, de Castilla, o ‘Atlántico’, de Pacho Galán, o ‘La gota fría’, de Emiliano Zuleta, o ‘Te olvidé’, del maestro Peñaranda...?

Ud. declaró a Revista Credencial, en 1993, que era el ‘juglar de los 90’. ¿Qué es una década después?

–Si dije eso, creo que exageré y mucho. Ofrezco disculpas. Lo que sí he tratado es ser cada vez mejor alumno de aquellos músicos colombianos que trabajaron para darnos a todos una música tradicional y auténtica.

En esa misma entrevista, Ud. dijo que padecía del ‘síndrome de Peter Pan’. ¿Todavía lo tiene?

–¿También dije eso? ¿Qué estaría pensando yo en esa entrevista? Bueno, lo que sí creo es que las ideas nos mantienen jóvenes.

¿Se sintió tranquilo en la Sierra Nevada, cuando compuso el disco que lanza ahora?

–Yo hace mucho tiempo que no puedo disfrutar de ese lugar sagrado que es la Sierra Nevada de Santa Marta, ni de ningún otro de esos santuarios que tenemos los colombianos en la extensa geografía nacional.

El pasado 14 de julio, avionetas y helicópteros estatales fumigaron Mendihuaca. ¿Qué será más dañino para el medio ambiente allá en la Sierra: la deforestación de los cocaleros o el glifosato?

–La mezcla es terrible. Los resultados están a la vista, en la historia. El daño ecológico que la Sierra Nevada sufrió durante la ‘bonanza marimbera’ debería ser una gran enseñanza de lo que no se debe repetir.

Esa fumigación quebrantó un acuerdo que se había logrado con la comunidad para que ésta erradicara los cultivos ilícitos a mano, a cambio de presupuesto y de detener las fumigaciones. ¿Qué hacer para que el Estado cumpla con su parte y no fumigue?

–Parece que a muy pocos les importan nuestras culturas nativas y que nos seguimos negando a un conocimiento que nos enseñaría a tener una mejor relación con nuestro medio ambiente. Por lo demás, no sabría qué decir… tal vez rezar para que los encargados consigan presupuesto y que la erradicación se haga a mano y no traiga más prejuicios al ecosistema y, por supuesto, a sus habitantes.

Tienen que existir anécdotas ocurridas durante el proceso de composición. Cuéntenos una.

–‘La Provincia’ se presentó en el teatro Queen Elizabeth, de Vancouver, en noviembre del 2003, y teníamos dos días de asueto antes del concierto, los cuales habíamos destinado para trabajar en unas canciones para Ricky Martin. Mientras la mayoría de los integrantes de ‘La Provincia’ se dedicaba al turismo, Egidio, Andrés, Carlos Iván y yo nos encerramos en el Four Seasons de Vancouver a trabajar y, aunque todo había comenzado bien alrededor del piano, el proceso era interrumpido a cada momento por la necesidad de hacer, cada uno de nosotros, una llamada a Colombia. El asunto dio la vuelta completa cuando Egidio, al tratar de escapar de las tarifas telefónicas de ese superhotel, sacó un abanico de tarjetas de servicio prepagado que compró no sé dónde y que hasta tenían nombres chistosos. Él, ofuscado, refunfuñaba porque le parecía que le habían robado no sé cuantos minutos y al final no había logrado la comunicación, y entre la broma de si la llamada era para Fanny o para ver cómo estaban las mojarras de cultivo que tiene en la finca, ya la inspiración había tomado otro camino. Esa noche escribí, con Egidio, un paseo vallenato que está en nuestro nuevo disco y se llama ‘La llamada’. Adivinen de qué se trata.

¿Qué hay de nuevo en la Fundación Gaira? Nuevos proyectos, obras, objetivos…

–Realmente Gaira no es una fundación, sino una pequeña empresa de entretenimiento. Hemos hecho algo de televisión en un tiempo con poca estabilidad, algo de radio, trabajamos la parte musical de ‘La Provincia’, lo mismo que otros proyectos, pero la realidad es que la situación de los mercados y los cambios en nuestra industria en los últimos años, no han permitido el desarrollo natural de cada una de nuestras metas como compañía. Sin embargo, para mí es un logro poder mantener una pequeña nómina y pensar que aún están abiertas las puertas de nuestros sueños. En eso creo que sí se parece a una fundación.

¿Qué hay de su hermano Guillermo, que se lanza como cantante de boleros?

–Desde que éramos niños, Guillermo y yo fuimos compañeros en la música. Juntos tomamos clases de guitarra y todo lo hacíamos a dos voces, éramos famosos en la familia porque cantábamos boleros. Hace algunos años, inauguré con él que es cantante, publicista y cocinero un restaurante llamado ‘Gaira Café Cumbia House’, un lugar que rindiera culto a lo colombiano y donde él pudiera desarrollar el arte de la cocina local pero que además nos ofreciera un espacio para volver a hacer música. Y entonces, mientras yo viajo cantando por ahí, él sigue en Gaira cantando, pero no solo boleros sino también bullerengues, bambucos y todo lo tradicional. Su disco también es mi sueño y hoy tengo una compañía muy importante interesada en mi hermano, y sólo le pedí formar parte del equipo de producción.

Su familia ha estado siempre muy ligada a la política local y nacional. ¿Carlos Vives nunca se ha interesado en esa preocupación familiar?

–Yo me considero una persona con vocación de servicio y siempre le he servido a mi localidad. No sé si por eso sea o no sea un político.

Muy político y también muy diplomático. Sin embargo, alguna opinión le debe merecer el actual Gobierno, ahora con dos años de existencia. ¿Cuál es?

–Creo que para cualquier gobierno es difícil solucionar los problemas de Colombia. Pienso que el presidente Álvaro Uribe es un gran líder. Además creo que por su capacidad de trabajo y seriedad se gana la confianza de los colombianos.

Pero en materia de reelección, y para decirlo en canciones, el presidente Uribe… ¿es ‘Fruta fresca’ o más bien le caerá la ‘Gota fría’?

–Yo creo que más bien es “Muy antioqueño” (una canción de Héctor Ochoa) que dice:

Regálame tiplecito una melodía
quiero hacer un bambuco para el recuerdo
Yo le pongo los versos y la armonía
Y los dos le pondremos el sentimiento.

¿Cómo ha sobrevivido Ud. a la crisis de los 40? ¿Cómo se ve en la madurez?

–¿Cuales cuarenta? ¿Cuál crisis?… Me veo ‘jecho’.

Basados en lo que ha revelado la prensa del corazón sobre su vida personal, ¿considera Ud. que el hombre es un ser monógamo? ¿Piensa que el matrimonio debe ser para toda la vida?

–Lo único que te puedo decir es que las veces que me he casado, he pensado que es para toda la vida.

¿Qué vamos a hacer para no perder al ‘Pibe’ Valderrama? ¿Tiene algún consejo para él y para recuperarlo para el fútbol nuestro?

–Creo que el Pibe ha sido un ejemplo de vida para los colombianos y que es nuestro deber, como Nación, valorarlo y motivarlo para que, con su experiencia, ahora siga al servicio de su país.

Y hablando de fútbol, ¿vamos a clasificar al Mundial? ¿Cómo ve la ‘nueva onda’ de la selección?

–Creo que es muy difícil, pero también creo que cada vez más nuestro talento futbolístico crece y que hay una nueva generación de buenos futbolistas. La pregunta sería: “¿por qué a nivel de Selección, la cuestión no termina de cuajar?”.

Un cuestionario breve y sustancioso

Un país.

Unido

Una ciudad.

Humana

Una cultura.

Sin complejos

Su palabra favorita.

Compasión

Su grosería favorita.

¡No joda!

Qué detesta de la gente.

Que no se comporte como la gente

Qué busca en los demás.

Amistad

Qué lo apasiona.

Vivir

Un sonido favorito.

El de los monos bramadores de la desembocadura del río Don Diego

Otra profesión.

Administración o abogacía

¿Qué le gustaría que Dios le dijera al llegar al cielo?

“¡Ay hooombe!”

Música preferida.

Bien hecha de todas partes

Qué lee.

Crónicas, historia, biografías

Qué ve.

History Channel

Un pintor.

Ana Mercedes Hoyos

Uno clásico.

Andrés de Santamaría

Un objeto en particular.

Mi bicicleta

Una persona.

Amable

¿Con quién le gusta estar?

Con los que siempre han querido estar

¿Qué lo regenera?

Mi kayak y el mar de Santa Marta

¿Qué lo aburre?

La frase “Esto no se va a poder”

La peor frase de cajón.

“Vestir de gala el folclor”

Un recuerdo.

Las tardes de domingo en el estadio de Santa Marta

Su mejor consejo.

Haz lo que tu corazón te diga

¿Margarita Rosa?

Pétalos al viento

¿Herlinda?

Una amistad por recobrar

¿Claudia Helena?

Una luz en la tormenta.

Por Roberto Posada García-Peña, D’Artagnan
Director de Revista Credencial

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