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Crónica Cuando Náfer Durán volvió a tocar - El pedazo de acordeón

Fuente: Crónica por Juan Rincón Vanegas @juanrinconv | Fecha: 2016-08-04 | Visitas: 5123

Crónica Cuando Náfer Durán volvió a tocar - El pedazo de acordeón

Una tarde vallenata, cuando el sol pedía permiso para despedirse y la luna se asomaba para brillar, llegó al Parque de la Leyenda Vallenata “Consuelo Araujonoguera” el Rey Vallenato Náfer Santiago Durán Díaz.

Lo acompañaba un compadre, y después de dar un rápido repaso por los recuerdos que marcan la historia de su dinastía, y dialogar sobre diversos aspectos cotidianos del folclor, se iba a despedir, cuando le pidieron que esperara para mostrarle un acordeón.

“Naferito”, como buen veterano de mil batallas folclóricas, tomó el instrumento, se sentó y comenzó a sacarle algunas notas. No había repasado muy bien los botones, cuando frenó en seco y comentó: “Este es el pedazo de acordeón de Alejo”.

La nostalgia se apoderó de todo su ser, las lágrimas corrieron por sus mejillas y el acordeonero las dejó avanzar sin borrarlas. Ya repuesto del golpe, que no era el del bajo del acordeón, se llenó de sentimiento y añadió: “Ante esto que me acaba de pasar yo no tengo expresión. Que felicidad tan grande. Estoy extasiado de volver a tocar este acordeón después de tantos años, teniendo presente a mi hermano Alejo, que para mi no ha muerto. Mi querido hermano a quien nunca olvido”.

Un fuera de concurso

Volvió a tocar la puya dedicada a ese instrumento que le ha dado brillo a su dinastía, y enseguida precisó: “Alejo no quería fiesta con la comadre Consuelo Araújo, y por eso le regaló este pedazo de acordeón tiempo después de coronarse como primer Rey Vallenato”.

Miraba para todos lados, como llamando más recuerdos, y agregó: “A nosotros los Durán, Dios nos premió con bendiciones musicales. En nuestra dinastía hay dos Reyes Vallenatos, compositores, cantantes, cajeros y guacharaqueros. Alejo, toda una leyenda, y yo, que soy el único en toda la historia de este evento que ha sido declarado fuera de concurso”.

Sonríe y continúa con su exposición: “Es una gran satisfacción estar entre los mejores. Tengo entendido que ser declarado fuera de concurso es no tener contendor, y así lo decidió el cuerpo de jurados que integraban Gabriel García Márquez, Enrique Santos Calderón, Rafael Rivas Posada, Miguel López Gutiérrez y Leandro Díaz”.

Este hecho único en la historia del Festival de la Leyenda Vallenata, se presentó el domingo 12 de junio de 1983, cuando se coronó como Rey Vallenato Julio Rojas Buendía.


Rey de Reyes

Debido a lo ameno de la charla, y viendo la emoción que embargaba al Rey del Tono Menor, al hijo de Donato Durán Mojica y Juana Francisca Díaz Villarreal, nacido en El Paso el 26 de diciembre de 1932, se le indagó sobre la edición 50 del Festival de la Leyenda Vallenata, Rey de Reyes, y sin darle rodeos al asunto, comentó: “Esta será una competencia única donde siempre están los mejores, pero si deberían ponerle una cláusula para que los participantes toquen vallenato y canten ellos mismos, así sean dos piezas”.

Volvió a tocar el acordeón, y en un silencio de la rutina se le preguntó sobre su posible participación en el concurso. Asumió un gesto serio, y anotó: “La edad no me acompaña, ya son casi 84 años, y por ende las fuerzas ya no son las mismas. Quizá con 15 años menos me le podía medir, porque tengo un buen repertorio de canciones”.

Para demostrar lo anterior, interpretó una puya donde se imagina montado en la tarima y retando a sus contrincantes:

Ahora para el Rey de Reyes
yo voy hacer esta puya,
para quitarle la bulla
aquel que me compitiere.

Que me toque la puya
y que toque el son,
pa” quitarle la bulla
en el acordeón.

Que me toque el merengue
y toque el paseo,
para ver si mueve
duro los deos.

Enseguida, el veterano acordeonero preguntó: “¿Cómo le parece esta puya?”. “Lleva su pulla”, fue la respuesta.

Excelso compositor

Tocado por la emoción, “Naferito” continúo hablando de sus hazañas musicales, las cuales comenzó a los siete años cuando su papá le regaló un acordeón de una sola hilera; de los reconocimientos recibidos en Colombia y en el exterior, y naturalmente de sus canciones antológicas.

“Hasta el momento tengo compuestas más de 200 canciones, y muchas han sobresalido”. Entonces se puso a recordar nombres y más nombres. Citó a “Sin ti”, “Déjala vení”, “El estanquillo”, “La Chimichagüera”, “La zoológica”, “La flor del melón”, “La grabadora”. Seguía dando nombres de obras musicales donde se citan pueblos, hechos y mujeres que han sido la razón de su vida y la fuente de mayor inspiración.

Precisamente, se detuvo un buen tiempo para hablar de la historia de la canción “Sin tí”, esa donde hace un amplio paseo por la ausencia del amor platónico que nunca compaginó con su triste corazón, le provocó fuertes temblores en el centro de su alma, melancolías en sus largos silencios y la evaporación de los sueños que se llevó el fuego del sentimiento.

Ante el olvido sin remedio, decidió no darle más paso a las nostalgias, sino emprender una serie de vueltas por los bellos albores de las notas de su acordeón.

Con mi nota triste vengo a decirle a tu alma
lo que está sintiendo mi sincero corazón,
no tengo paciencia, ya no tengo calma
solo vivo triste y loco por tu amor.

Sin ti no puedo estar
mi corazón se desespera,
no lo dejes sufrir más
porque le duele y se queja.
Toda la culpa la tienes tú
si lo dejas que se muera.

El juglar pasero, después de presentar un extenso recuento lleno de tristezas y alegrías, partió llevándose la satisfacción de volver a tocar “El pedazo de acordeón”, ese instrumento sagrado con que se abrió la historia del Festival de la Leyenda Vallenata en las manos de su hermano Gilberto Alejandro Durán Díaz, aquel negro grande que sin cansarse repetía: “Apa, Oa, Sabroso”.

“Naferito” se marchó del Parque de la Leyenda Vallenata caminando de forma pausada, tratando de esconder entre pecho y espalda la puya que nunca pasa de moda, esa que tiene imán en su letra y una melodía que contagia a cualquier provinciano.

Este pedazo de acordeón
ahí donde tengo el alma mía,
ahí yo tengo mi corazón
y parte de mi alegría.


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Crónica Cuando Náfer Durán volvió a tocar - El pedazo de acordeón

Fuente: Crónica por Juan Rincón Vanegas @juanrinconv | Fecha: 2016-08-04 | Visitas: 5123

Crónica Cuando Náfer Durán volvió a tocar - El pedazo de acordeón

Una tarde vallenata, cuando el sol pedía permiso para despedirse y la luna se asomaba para brillar, llegó al Parque de la Leyenda Vallenata “Consuelo Araujonoguera” el Rey Vallenato Náfer Santiago Durán Díaz.

Lo acompañaba un compadre, y después de dar un rápido repaso por los recuerdos que marcan la historia de su dinastía, y dialogar sobre diversos aspectos cotidianos del folclor, se iba a despedir, cuando le pidieron que esperara para mostrarle un acordeón.

“Naferito”, como buen veterano de mil batallas folclóricas, tomó el instrumento, se sentó y comenzó a sacarle algunas notas. No había repasado muy bien los botones, cuando frenó en seco y comentó: “Este es el pedazo de acordeón de Alejo”.

La nostalgia se apoderó de todo su ser, las lágrimas corrieron por sus mejillas y el acordeonero las dejó avanzar sin borrarlas. Ya repuesto del golpe, que no era el del bajo del acordeón, se llenó de sentimiento y añadió: “Ante esto que me acaba de pasar yo no tengo expresión. Que felicidad tan grande. Estoy extasiado de volver a tocar este acordeón después de tantos años, teniendo presente a mi hermano Alejo, que para mi no ha muerto. Mi querido hermano a quien nunca olvido”.

Un fuera de concurso

Volvió a tocar la puya dedicada a ese instrumento que le ha dado brillo a su dinastía, y enseguida precisó: “Alejo no quería fiesta con la comadre Consuelo Araújo, y por eso le regaló este pedazo de acordeón tiempo después de coronarse como primer Rey Vallenato”.

Miraba para todos lados, como llamando más recuerdos, y agregó: “A nosotros los Durán, Dios nos premió con bendiciones musicales. En nuestra dinastía hay dos Reyes Vallenatos, compositores, cantantes, cajeros y guacharaqueros. Alejo, toda una leyenda, y yo, que soy el único en toda la historia de este evento que ha sido declarado fuera de concurso”.

Sonríe y continúa con su exposición: “Es una gran satisfacción estar entre los mejores. Tengo entendido que ser declarado fuera de concurso es no tener contendor, y así lo decidió el cuerpo de jurados que integraban Gabriel García Márquez, Enrique Santos Calderón, Rafael Rivas Posada, Miguel López Gutiérrez y Leandro Díaz”.

Este hecho único en la historia del Festival de la Leyenda Vallenata, se presentó el domingo 12 de junio de 1983, cuando se coronó como Rey Vallenato Julio Rojas Buendía.


Rey de Reyes

Debido a lo ameno de la charla, y viendo la emoción que embargaba al Rey del Tono Menor, al hijo de Donato Durán Mojica y Juana Francisca Díaz Villarreal, nacido en El Paso el 26 de diciembre de 1932, se le indagó sobre la edición 50 del Festival de la Leyenda Vallenata, Rey de Reyes, y sin darle rodeos al asunto, comentó: “Esta será una competencia única donde siempre están los mejores, pero si deberían ponerle una cláusula para que los participantes toquen vallenato y canten ellos mismos, así sean dos piezas”.

Volvió a tocar el acordeón, y en un silencio de la rutina se le preguntó sobre su posible participación en el concurso. Asumió un gesto serio, y anotó: “La edad no me acompaña, ya son casi 84 años, y por ende las fuerzas ya no son las mismas. Quizá con 15 años menos me le podía medir, porque tengo un buen repertorio de canciones”.

Para demostrar lo anterior, interpretó una puya donde se imagina montado en la tarima y retando a sus contrincantes:

Ahora para el Rey de Reyes
yo voy hacer esta puya,
para quitarle la bulla
aquel que me compitiere.

Que me toque la puya
y que toque el son,
pa” quitarle la bulla
en el acordeón.

Que me toque el merengue
y toque el paseo,
para ver si mueve
duro los deos.

Enseguida, el veterano acordeonero preguntó: “¿Cómo le parece esta puya?”. “Lleva su pulla”, fue la respuesta.

Excelso compositor

Tocado por la emoción, “Naferito” continúo hablando de sus hazañas musicales, las cuales comenzó a los siete años cuando su papá le regaló un acordeón de una sola hilera; de los reconocimientos recibidos en Colombia y en el exterior, y naturalmente de sus canciones antológicas.

“Hasta el momento tengo compuestas más de 200 canciones, y muchas han sobresalido”. Entonces se puso a recordar nombres y más nombres. Citó a “Sin ti”, “Déjala vení”, “El estanquillo”, “La Chimichagüera”, “La zoológica”, “La flor del melón”, “La grabadora”. Seguía dando nombres de obras musicales donde se citan pueblos, hechos y mujeres que han sido la razón de su vida y la fuente de mayor inspiración.

Precisamente, se detuvo un buen tiempo para hablar de la historia de la canción “Sin tí”, esa donde hace un amplio paseo por la ausencia del amor platónico que nunca compaginó con su triste corazón, le provocó fuertes temblores en el centro de su alma, melancolías en sus largos silencios y la evaporación de los sueños que se llevó el fuego del sentimiento.

Ante el olvido sin remedio, decidió no darle más paso a las nostalgias, sino emprender una serie de vueltas por los bellos albores de las notas de su acordeón.

Con mi nota triste vengo a decirle a tu alma
lo que está sintiendo mi sincero corazón,
no tengo paciencia, ya no tengo calma
solo vivo triste y loco por tu amor.

Sin ti no puedo estar
mi corazón se desespera,
no lo dejes sufrir más
porque le duele y se queja.
Toda la culpa la tienes tú
si lo dejas que se muera.

El juglar pasero, después de presentar un extenso recuento lleno de tristezas y alegrías, partió llevándose la satisfacción de volver a tocar “El pedazo de acordeón”, ese instrumento sagrado con que se abrió la historia del Festival de la Leyenda Vallenata en las manos de su hermano Gilberto Alejandro Durán Díaz, aquel negro grande que sin cansarse repetía: “Apa, Oa, Sabroso”.

“Naferito” se marchó del Parque de la Leyenda Vallenata caminando de forma pausada, tratando de esconder entre pecho y espalda la puya que nunca pasa de moda, esa que tiene imán en su letra y una melodía que contagia a cualquier provinciano.

Este pedazo de acordeón
ahí donde tengo el alma mía,
ahí yo tengo mi corazón
y parte de mi alegría.


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Crónica Cuando Náfer Durán volvió a tocar - El pedazo de acordeón

Fuente: Crónica por Juan Rincón Vanegas @juanrinconv | Fecha: 2016-08-04 | Visitas: 5123

Crónica Cuando Náfer Durán volvió a tocar - El pedazo de acordeón

Una tarde vallenata, cuando el sol pedía permiso para despedirse y la luna se asomaba para brillar, llegó al Parque de la Leyenda Vallenata “Consuelo Araujonoguera” el Rey Vallenato Náfer Santiago Durán Díaz.

Lo acompañaba un compadre, y después de dar un rápido repaso por los recuerdos que marcan la historia de su dinastía, y dialogar sobre diversos aspectos cotidianos del folclor, se iba a despedir, cuando le pidieron que esperara para mostrarle un acordeón.

“Naferito”, como buen veterano de mil batallas folclóricas, tomó el instrumento, se sentó y comenzó a sacarle algunas notas. No había repasado muy bien los botones, cuando frenó en seco y comentó: “Este es el pedazo de acordeón de Alejo”.

La nostalgia se apoderó de todo su ser, las lágrimas corrieron por sus mejillas y el acordeonero las dejó avanzar sin borrarlas. Ya repuesto del golpe, que no era el del bajo del acordeón, se llenó de sentimiento y añadió: “Ante esto que me acaba de pasar yo no tengo expresión. Que felicidad tan grande. Estoy extasiado de volver a tocar este acordeón después de tantos años, teniendo presente a mi hermano Alejo, que para mi no ha muerto. Mi querido hermano a quien nunca olvido”.

Un fuera de concurso

Volvió a tocar la puya dedicada a ese instrumento que le ha dado brillo a su dinastía, y enseguida precisó: “Alejo no quería fiesta con la comadre Consuelo Araújo, y por eso le regaló este pedazo de acordeón tiempo después de coronarse como primer Rey Vallenato”.

Miraba para todos lados, como llamando más recuerdos, y agregó: “A nosotros los Durán, Dios nos premió con bendiciones musicales. En nuestra dinastía hay dos Reyes Vallenatos, compositores, cantantes, cajeros y guacharaqueros. Alejo, toda una leyenda, y yo, que soy el único en toda la historia de este evento que ha sido declarado fuera de concurso”.

Sonríe y continúa con su exposición: “Es una gran satisfacción estar entre los mejores. Tengo entendido que ser declarado fuera de concurso es no tener contendor, y así lo decidió el cuerpo de jurados que integraban Gabriel García Márquez, Enrique Santos Calderón, Rafael Rivas Posada, Miguel López Gutiérrez y Leandro Díaz”.

Este hecho único en la historia del Festival de la Leyenda Vallenata, se presentó el domingo 12 de junio de 1983, cuando se coronó como Rey Vallenato Julio Rojas Buendía.


Rey de Reyes

Debido a lo ameno de la charla, y viendo la emoción que embargaba al Rey del Tono Menor, al hijo de Donato Durán Mojica y Juana Francisca Díaz Villarreal, nacido en El Paso el 26 de diciembre de 1932, se le indagó sobre la edición 50 del Festival de la Leyenda Vallenata, Rey de Reyes, y sin darle rodeos al asunto, comentó: “Esta será una competencia única donde siempre están los mejores, pero si deberían ponerle una cláusula para que los participantes toquen vallenato y canten ellos mismos, así sean dos piezas”.

Volvió a tocar el acordeón, y en un silencio de la rutina se le preguntó sobre su posible participación en el concurso. Asumió un gesto serio, y anotó: “La edad no me acompaña, ya son casi 84 años, y por ende las fuerzas ya no son las mismas. Quizá con 15 años menos me le podía medir, porque tengo un buen repertorio de canciones”.

Para demostrar lo anterior, interpretó una puya donde se imagina montado en la tarima y retando a sus contrincantes:

Ahora para el Rey de Reyes
yo voy hacer esta puya,
para quitarle la bulla
aquel que me compitiere.

Que me toque la puya
y que toque el son,
pa” quitarle la bulla
en el acordeón.

Que me toque el merengue
y toque el paseo,
para ver si mueve
duro los deos.

Enseguida, el veterano acordeonero preguntó: “¿Cómo le parece esta puya?”. “Lleva su pulla”, fue la respuesta.

Excelso compositor

Tocado por la emoción, “Naferito” continúo hablando de sus hazañas musicales, las cuales comenzó a los siete años cuando su papá le regaló un acordeón de una sola hilera; de los reconocimientos recibidos en Colombia y en el exterior, y naturalmente de sus canciones antológicas.

“Hasta el momento tengo compuestas más de 200 canciones, y muchas han sobresalido”. Entonces se puso a recordar nombres y más nombres. Citó a “Sin ti”, “Déjala vení”, “El estanquillo”, “La Chimichagüera”, “La zoológica”, “La flor del melón”, “La grabadora”. Seguía dando nombres de obras musicales donde se citan pueblos, hechos y mujeres que han sido la razón de su vida y la fuente de mayor inspiración.

Precisamente, se detuvo un buen tiempo para hablar de la historia de la canción “Sin tí”, esa donde hace un amplio paseo por la ausencia del amor platónico que nunca compaginó con su triste corazón, le provocó fuertes temblores en el centro de su alma, melancolías en sus largos silencios y la evaporación de los sueños que se llevó el fuego del sentimiento.

Ante el olvido sin remedio, decidió no darle más paso a las nostalgias, sino emprender una serie de vueltas por los bellos albores de las notas de su acordeón.

Con mi nota triste vengo a decirle a tu alma
lo que está sintiendo mi sincero corazón,
no tengo paciencia, ya no tengo calma
solo vivo triste y loco por tu amor.

Sin ti no puedo estar
mi corazón se desespera,
no lo dejes sufrir más
porque le duele y se queja.
Toda la culpa la tienes tú
si lo dejas que se muera.

El juglar pasero, después de presentar un extenso recuento lleno de tristezas y alegrías, partió llevándose la satisfacción de volver a tocar “El pedazo de acordeón”, ese instrumento sagrado con que se abrió la historia del Festival de la Leyenda Vallenata en las manos de su hermano Gilberto Alejandro Durán Díaz, aquel negro grande que sin cansarse repetía: “Apa, Oa, Sabroso”.

“Naferito” se marchó del Parque de la Leyenda Vallenata caminando de forma pausada, tratando de esconder entre pecho y espalda la puya que nunca pasa de moda, esa que tiene imán en su letra y una melodía que contagia a cualquier provinciano.

Este pedazo de acordeón
ahí donde tengo el alma mía,
ahí yo tengo mi corazón
y parte de mi alegría.


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