El último Concierto De Diomedes Díaz

Eran las once y cuarenta de la noche del viernes 20 de diciembre de 2013, y antes de que la vista nos dijera nada supimos que estábamos en Barranquilla por el olor profundo de los manglares que traían los vientos cruzados del río y el mar. Diomedes ordenó al chofer detener la camioneta al otro lado del puente Pumarejo con el acento puro de La Guajira que suele emparentar el diálogo: Primo, pare aquí que me voy a cambiar”. El conductor parqueó en la bajada que empata con el tránsito pesado de la zona franca internacional, y la segunda instrucción de Diomedes fue ordenar a Diego que le sirviera un trago de whisky….


El plan era llegar a la discoteca Trucupey a las doce de la noche para cumplir con el primer concierto del mes, que sería el último de su vida, pero antes era necesario investirlo con sus atavíos de artistas. Diego (el cuñado, asistente y escolta personal del Cacique) abrió el maletín mágico… y por fin encontró en el fondo la camisa atigrada, un bluyín, la correa con abalorios plateados y el par de zaparos deportivos que un hijo de Diomedes le había regalado con el respaldo publicitario sustentado en que las prendas eran el grito de moda de los artistas residentes en Miami. Diomedes apreció la camisa y se negó a ponérsela con el argumento de que había detectado el color café en la empuñadura. Le parecía que era la tonalidad más fea de la tabla de colores. Le dije que era un reflejo de la luz en el ojo y para ripostar dijo que entonces daría lo mismo que saliera al escenario con el torso descubierto y enseguida rectificó proponiendo que le prestara mi camisa…”

Se me ocurrió decirle que se dejara tomar una foto con la camisa puesta para obtener un juicio objetivo. Cuando se vio en la pantalla de mi celular dijo “que lindo”, y después se fue en una seguidilla de autoelogios y sin bajar el aparato de la mano continuó mirándolo y decía “que bello, espectacular, carajo”, y al fin preguntó por mi opinión: “De Hollywood, compadre, de Hollywood”, le dije… volvió a mirar su fotografía y dijo “que bonito”, y me dio la mano, se arregló el cabello y volvió a darme la mano tres o cuatro veces más, satisfecho con su imagen y su camisa….

Eran las doce y veinte de la madrugada del sábado 21 de diciembre. Diomedes dio la señal para suspender la fanfarria y se dirigió al público. Le dijo que objetivo de su presencia esa noche era parrandear con el nuevo disco compacto. Hubo una gritería y ovación aprobando el proyecto. Le dijo que se sentía sabroso. El público respondió con una bulla de plaza de toros. Le dijo que estaba borracho. La gente liberó toda su amargura…