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Aníbal Velásquez, el rey sin corona del acordeón

Fuente: ElTiempo.com | Fecha: 2012-01-02 | Visitas: 6084

Aníbal Velásquez, el rey sin corona del acordeón

En el interior del país, se le conoce por sus interpretaciones de 'El cumbanchero' y 'Cachita'.

Por esas paradojas colombianas, el hombre que es considerado en la costa Atlántica el súmmum del sabor en la música popular, el más picaresco y alegre de los carnavaleros, el que adoba con pimienta y sal todo lo que canta, es el mismo que cada fin de año pone a llorar a medio país con su versión de Faltan cinco pa' las doce, el inmortal éxito del venezolano Oswaldo Oropeza.

Aníbal Velásquez Hurtado, nacido el 3 de junio de 1936, en el sector de San Pachito, cerca de la Vía 40, en Barranquilla, quien se ha dado el lujo de grabar en casi todos los ritmos bailables conocidos, desde el merengue hasta el calipso, pasando por paseos vallenatos, paseboles, guarachas, pasajes, porros, cumbias y hasta champeta, y cuya música es escuchada más allá de nuestras fronteras, sabe que la canción suya que siempre se oirá en la costa Atlántica es, justamente, Faltan cinco pa' las doce.

"Cuando la canto, la gente se emociona mucho; casi todos lloran y se les pone la piel de gallina. Entonces a mí también me dan ganas de llorar porque me acuerdo de mi vieja, que ya no está conmigo", sostiene el polifacético músico.

Asegura que esa composición la conoció de manos de su autor, a finales de los años 50, época en que vivió en Venezuela, país en el que residió 18 años. "Yo tocaba como artista exclusivo para el representante Guillermo Arenas (primo hermano de Libertad Lamarque), y siempre me ponía de telonero de la famosa orquesta Los Melódicos, de Renato Capriles.

Un día, el mismo Oropeza me invitó a un penthouse en Caracas, con arpa, cuatro y acordeón, y en ese momento sonaron las campanas de una iglesia cercana. Era el 24 de diciembre de 1958, y me dijo que por ahí tenía un disco para que lo escuchara y le diera el visto bueno", relata Velásquez.

Era la primera versión de la exitosa canción, grabada por el venezolano Néstor Zavarce, que falleció el año pasado. Esta de Zavarce es la más reconocida en el interior de Colombia y su éxito, año tras año, es equivalente al de Velásquez en la costa. La de Zavarce también es melodía obligada de fin de año en Venezuela y en varios países de América Latina.

La grabación en Barranquilla

Después de escuchar la versión original, Aníbal regresó a Barranquilla.

"La segunda estrofa, que dice: 'Me perdonan que me vaya de la fiesta...', la puse yo -asegura-, aunque nunca he reclamado eso como derecho de autor, porque la estructura completa de la canción es de Oropeza, quien me la cantó con su propia voz ese día", afirma el barranquillero.

Aníbal recuerda que le compuso un arreglo mucho más alegre y pegajoso -el original es un pasaje llanero-, pues en la interpretación de Zavarce, que tenía una voz profunda y de timbre operático, le pareció que sonaba "como si fuera de ultratumba".

Ya con los arreglos nuevos, fue a mostrarla en Discos Tropical, donde el director artístico, Genaro Fayud, "un turco" que tenía el olfato musical bien afinado, la aprobó y la grabaron en seguida. En menos de un mes, estaba en la calle sonando.

"Gustó de inmediato, pero eso se debe mucho al estímulo del 'Turco', quien le ponía muchas ganas cuando le gustaba un proyecto", comenta Velásquez.

De ser un éxito comercial en Barranquilla y sus teatros, pasó a toda la costa, en un periplo pegajoso que fue creciendo como bola de nieve. "La canción la han grabado muchas orquestas, pero ninguna de las versiones, incluyendo la original, le ha dado por las patas a la mía", señala Velásquez sin asomo de modestia.

Y como para que no queden dudas de su afirmación, recuerda la vez que se la hicieron tocar 15 veces en el Madison Square Garden, de Nueva York.

También la subienda fue para el bolsillo del artista barranquillero. Sin revelar el monto económico, Velásquez afirma que Faltan cinco pa' las doce es la canción que mayores dividendos le ha dado como intérprete, al lado de Guaracha en España, de la que es autor. (Otra que le ha dado buen resultado económico es Mambo loco, culpable de que el sello Mussar, de México, le diera 120 millones de pesos por la exclusividad durante siete años.)

En adelante, la música ha sido la vida para el artista barranquillero.
La única vez que Velásquez recuerda que dejó a un lado el instrumento alemán, desde que aprendió a tocarlo a expensas de su hermano Juan, fue cuando un grupo de amigos lo metió de 'contrabando' a estudiar Medicina en la Universidad Nacional, en Bogotá, en el año 1969, con el propósito de 'sacarlo' de la música.
Velásquez, que solo hizo hasta cuarto de bachillerato, hizo presencia en los salones de clase un par de meses, pero los mismos amigos no aguantaron y le consiguieron un acordeón para que les amenizara las llamadas 'empanadas bailables' que se inventaban los costeños para beber ron.

"Fue cuando los profesores se dieron cuenta de que no era estudiante de Medicina, ni nada de eso, que yo solo servía para tocar acordeón y más ná".

Aníbal sostiene que, como consecuencia lógica del éxito de Faltan cinco pa' las doce, siempre tiene trabajo para tocar los 31 de diciembre, tanto en Colombia como en el exterior. En esta rutina, hace un par de años se llevó la mayor sorpresa de su vida artística. Unos contrabandistas, dice, lo contrataron para tocar en Puerto Colombia el 31 de diciembre. Ese día, como no había ocurrido en 40 años, estaba cansado y quería pasarlo junto con su esposa, en el barrio Ciudadela 20 de Julio, de Barranquilla.

"Les pedí 25 millones para que no me contrataran, y al rato regresaron con una contraoferta: me daban 30 millones, pero con la condición de que empezara a tocar cuando faltaran cinco para las doce, y ¿quién se iba a negar?", sostiene.

Un músico de respeto

Aníbal Velásquez es considerado el único acordeonero que le ha dado la talla a Alfredo Gutiérrez en la ejecución del instrumento.

El propio Gutiérrez le dijo a EL TIEMPO: "Fue el primer revolucionario del acordeón, y tocó cosas que nadie se atrevía, pero que le quedaban bien. En verdad, es incomparable, y debe ser un ejemplo para todos esos pelaos que tocan por tocar, pero sin sabor, sin alma".

Según el intérprete, ni el mismo Alfredo tiene con qué opacarlo. "Hay que ver que ese hombre es de respeto, nadie lo iguala, pero conmigo la ha visto verde", dice Aníbal, y cuenta dos de los muchos combates musicales que tuvo con Alfredo Gutiérrez.

El primero ocurrió en el Club Popa, en Cartagena, y en esa oportunidad hubo hasta jurados (Andrés Landero, Adolfo Pacheco y Alejo Durán) para calificar cuál de ellos era el mejor, pero Aníbal, según su historia, llegó inspirado y tocó todos los instrumentos y digitó las mejores guarachas, dejando a Alfredo "viendo un chispero".

El segundo fue en Valledupar, en una caseta, en la que había dos bandos: alfredistas y anibalistas. Allí también Aníbal sorprendió al público al llevar un acordeón electrovoz, "que hacía como pájaro, como trompeta, como piano".

"Me lo ripié en un dos por tres", recuerda hoy el afamado intérprete de temas como Cachita, El cumbanchero, Sal y agua, El ají picante, La negra Celina, Hace tiempo, Caracoles de colores, La brujita, Alicia la flaca, Guaracha en España, El perro de Juana, El golero emparamao, El perro zapato blanco, Las delgaditas, El turco perro y La vieja cachiporra, entre otros. En el campo de la creación musical, sus composiciones, afirma, pasan de mil.

Este es Aníbal Velásquez, también apodado 'Aníbal Sensación', 'el Mago del acordeón' y 'el Bárbaro'.

Recuerda que su éxito era tan grande que Toño Fuentes, el célebre impulsor de la industria musical en Colombia, obligó a Calixto Ochoa a buscar en cualquier rincón a alguien que le hiciera contrapeso a ese 'diablo'. Fue así como se descubrió a Alfredo Gutiérrez y se gestó el éxito de Los Corraleros de Majagual.

A Velásquez, el primero en grabar La casa en el aire, de Escalona, también le decían 'Todosello', porque grababa permanentemente en cualquier disquera, en un tiempo en el que en Colombia no pagaban la exclusividad.

"Era una época fabulosa, grabábamos cada rato y el disco salía de inmediato. Recuerdo que una vez me tocó grabar en calzoncillos porque el calor era tan grande que no aguantaba la ropa", afirma el artista.

Con todo y su éxito, sus inicios fueron más bien discretos, según cuenta: comenzó en la música tocando la violina (armónica) para que cantara otro inmortal, Nelson Pinedo, en el barrio Rebolo, de Barranquilla.

JUAN CARLOS DÍAZ M.
CORRESPONSAL DE EL TIEMPO
BARRANQUILLA.

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Fuente: ElTiempo.com | Fecha: 2012-01-02 | Visitas: 6084

Aníbal Velásquez, el rey sin corona del acordeón

En el interior del país, se le conoce por sus interpretaciones de 'El cumbanchero' y 'Cachita'.

Por esas paradojas colombianas, el hombre que es considerado en la costa Atlántica el súmmum del sabor en la música popular, el más picaresco y alegre de los carnavaleros, el que adoba con pimienta y sal todo lo que canta, es el mismo que cada fin de año pone a llorar a medio país con su versión de Faltan cinco pa' las doce, el inmortal éxito del venezolano Oswaldo Oropeza.

Aníbal Velásquez Hurtado, nacido el 3 de junio de 1936, en el sector de San Pachito, cerca de la Vía 40, en Barranquilla, quien se ha dado el lujo de grabar en casi todos los ritmos bailables conocidos, desde el merengue hasta el calipso, pasando por paseos vallenatos, paseboles, guarachas, pasajes, porros, cumbias y hasta champeta, y cuya música es escuchada más allá de nuestras fronteras, sabe que la canción suya que siempre se oirá en la costa Atlántica es, justamente, Faltan cinco pa' las doce.

"Cuando la canto, la gente se emociona mucho; casi todos lloran y se les pone la piel de gallina. Entonces a mí también me dan ganas de llorar porque me acuerdo de mi vieja, que ya no está conmigo", sostiene el polifacético músico.

Asegura que esa composición la conoció de manos de su autor, a finales de los años 50, época en que vivió en Venezuela, país en el que residió 18 años. "Yo tocaba como artista exclusivo para el representante Guillermo Arenas (primo hermano de Libertad Lamarque), y siempre me ponía de telonero de la famosa orquesta Los Melódicos, de Renato Capriles.

Un día, el mismo Oropeza me invitó a un penthouse en Caracas, con arpa, cuatro y acordeón, y en ese momento sonaron las campanas de una iglesia cercana. Era el 24 de diciembre de 1958, y me dijo que por ahí tenía un disco para que lo escuchara y le diera el visto bueno", relata Velásquez.

Era la primera versión de la exitosa canción, grabada por el venezolano Néstor Zavarce, que falleció el año pasado. Esta de Zavarce es la más reconocida en el interior de Colombia y su éxito, año tras año, es equivalente al de Velásquez en la costa. La de Zavarce también es melodía obligada de fin de año en Venezuela y en varios países de América Latina.

La grabación en Barranquilla

Después de escuchar la versión original, Aníbal regresó a Barranquilla.

"La segunda estrofa, que dice: 'Me perdonan que me vaya de la fiesta...', la puse yo -asegura-, aunque nunca he reclamado eso como derecho de autor, porque la estructura completa de la canción es de Oropeza, quien me la cantó con su propia voz ese día", afirma el barranquillero.

Aníbal recuerda que le compuso un arreglo mucho más alegre y pegajoso -el original es un pasaje llanero-, pues en la interpretación de Zavarce, que tenía una voz profunda y de timbre operático, le pareció que sonaba "como si fuera de ultratumba".

Ya con los arreglos nuevos, fue a mostrarla en Discos Tropical, donde el director artístico, Genaro Fayud, "un turco" que tenía el olfato musical bien afinado, la aprobó y la grabaron en seguida. En menos de un mes, estaba en la calle sonando.

"Gustó de inmediato, pero eso se debe mucho al estímulo del 'Turco', quien le ponía muchas ganas cuando le gustaba un proyecto", comenta Velásquez.

De ser un éxito comercial en Barranquilla y sus teatros, pasó a toda la costa, en un periplo pegajoso que fue creciendo como bola de nieve. "La canción la han grabado muchas orquestas, pero ninguna de las versiones, incluyendo la original, le ha dado por las patas a la mía", señala Velásquez sin asomo de modestia.

Y como para que no queden dudas de su afirmación, recuerda la vez que se la hicieron tocar 15 veces en el Madison Square Garden, de Nueva York.

También la subienda fue para el bolsillo del artista barranquillero. Sin revelar el monto económico, Velásquez afirma que Faltan cinco pa' las doce es la canción que mayores dividendos le ha dado como intérprete, al lado de Guaracha en España, de la que es autor. (Otra que le ha dado buen resultado económico es Mambo loco, culpable de que el sello Mussar, de México, le diera 120 millones de pesos por la exclusividad durante siete años.)

En adelante, la música ha sido la vida para el artista barranquillero.
La única vez que Velásquez recuerda que dejó a un lado el instrumento alemán, desde que aprendió a tocarlo a expensas de su hermano Juan, fue cuando un grupo de amigos lo metió de 'contrabando' a estudiar Medicina en la Universidad Nacional, en Bogotá, en el año 1969, con el propósito de 'sacarlo' de la música.
Velásquez, que solo hizo hasta cuarto de bachillerato, hizo presencia en los salones de clase un par de meses, pero los mismos amigos no aguantaron y le consiguieron un acordeón para que les amenizara las llamadas 'empanadas bailables' que se inventaban los costeños para beber ron.

"Fue cuando los profesores se dieron cuenta de que no era estudiante de Medicina, ni nada de eso, que yo solo servía para tocar acordeón y más ná".

Aníbal sostiene que, como consecuencia lógica del éxito de Faltan cinco pa' las doce, siempre tiene trabajo para tocar los 31 de diciembre, tanto en Colombia como en el exterior. En esta rutina, hace un par de años se llevó la mayor sorpresa de su vida artística. Unos contrabandistas, dice, lo contrataron para tocar en Puerto Colombia el 31 de diciembre. Ese día, como no había ocurrido en 40 años, estaba cansado y quería pasarlo junto con su esposa, en el barrio Ciudadela 20 de Julio, de Barranquilla.

"Les pedí 25 millones para que no me contrataran, y al rato regresaron con una contraoferta: me daban 30 millones, pero con la condición de que empezara a tocar cuando faltaran cinco para las doce, y ¿quién se iba a negar?", sostiene.

Un músico de respeto

Aníbal Velásquez es considerado el único acordeonero que le ha dado la talla a Alfredo Gutiérrez en la ejecución del instrumento.

El propio Gutiérrez le dijo a EL TIEMPO: "Fue el primer revolucionario del acordeón, y tocó cosas que nadie se atrevía, pero que le quedaban bien. En verdad, es incomparable, y debe ser un ejemplo para todos esos pelaos que tocan por tocar, pero sin sabor, sin alma".

Según el intérprete, ni el mismo Alfredo tiene con qué opacarlo. "Hay que ver que ese hombre es de respeto, nadie lo iguala, pero conmigo la ha visto verde", dice Aníbal, y cuenta dos de los muchos combates musicales que tuvo con Alfredo Gutiérrez.

El primero ocurrió en el Club Popa, en Cartagena, y en esa oportunidad hubo hasta jurados (Andrés Landero, Adolfo Pacheco y Alejo Durán) para calificar cuál de ellos era el mejor, pero Aníbal, según su historia, llegó inspirado y tocó todos los instrumentos y digitó las mejores guarachas, dejando a Alfredo "viendo un chispero".

El segundo fue en Valledupar, en una caseta, en la que había dos bandos: alfredistas y anibalistas. Allí también Aníbal sorprendió al público al llevar un acordeón electrovoz, "que hacía como pájaro, como trompeta, como piano".

"Me lo ripié en un dos por tres", recuerda hoy el afamado intérprete de temas como Cachita, El cumbanchero, Sal y agua, El ají picante, La negra Celina, Hace tiempo, Caracoles de colores, La brujita, Alicia la flaca, Guaracha en España, El perro de Juana, El golero emparamao, El perro zapato blanco, Las delgaditas, El turco perro y La vieja cachiporra, entre otros. En el campo de la creación musical, sus composiciones, afirma, pasan de mil.

Este es Aníbal Velásquez, también apodado 'Aníbal Sensación', 'el Mago del acordeón' y 'el Bárbaro'.

Recuerda que su éxito era tan grande que Toño Fuentes, el célebre impulsor de la industria musical en Colombia, obligó a Calixto Ochoa a buscar en cualquier rincón a alguien que le hiciera contrapeso a ese 'diablo'. Fue así como se descubrió a Alfredo Gutiérrez y se gestó el éxito de Los Corraleros de Majagual.

A Velásquez, el primero en grabar La casa en el aire, de Escalona, también le decían 'Todosello', porque grababa permanentemente en cualquier disquera, en un tiempo en el que en Colombia no pagaban la exclusividad.

"Era una época fabulosa, grabábamos cada rato y el disco salía de inmediato. Recuerdo que una vez me tocó grabar en calzoncillos porque el calor era tan grande que no aguantaba la ropa", afirma el artista.

Con todo y su éxito, sus inicios fueron más bien discretos, según cuenta: comenzó en la música tocando la violina (armónica) para que cantara otro inmortal, Nelson Pinedo, en el barrio Rebolo, de Barranquilla.

JUAN CARLOS DÍAZ M.
CORRESPONSAL DE EL TIEMPO
BARRANQUILLA.

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Aníbal Velásquez, el rey sin corona del acordeón

Fuente: ElTiempo.com | Fecha: 2012-01-02 | Visitas: 6084

Aníbal Velásquez, el rey sin corona del acordeón

En el interior del país, se le conoce por sus interpretaciones de 'El cumbanchero' y 'Cachita'.

Por esas paradojas colombianas, el hombre que es considerado en la costa Atlántica el súmmum del sabor en la música popular, el más picaresco y alegre de los carnavaleros, el que adoba con pimienta y sal todo lo que canta, es el mismo que cada fin de año pone a llorar a medio país con su versión de Faltan cinco pa' las doce, el inmortal éxito del venezolano Oswaldo Oropeza.

Aníbal Velásquez Hurtado, nacido el 3 de junio de 1936, en el sector de San Pachito, cerca de la Vía 40, en Barranquilla, quien se ha dado el lujo de grabar en casi todos los ritmos bailables conocidos, desde el merengue hasta el calipso, pasando por paseos vallenatos, paseboles, guarachas, pasajes, porros, cumbias y hasta champeta, y cuya música es escuchada más allá de nuestras fronteras, sabe que la canción suya que siempre se oirá en la costa Atlántica es, justamente, Faltan cinco pa' las doce.

"Cuando la canto, la gente se emociona mucho; casi todos lloran y se les pone la piel de gallina. Entonces a mí también me dan ganas de llorar porque me acuerdo de mi vieja, que ya no está conmigo", sostiene el polifacético músico.

Asegura que esa composición la conoció de manos de su autor, a finales de los años 50, época en que vivió en Venezuela, país en el que residió 18 años. "Yo tocaba como artista exclusivo para el representante Guillermo Arenas (primo hermano de Libertad Lamarque), y siempre me ponía de telonero de la famosa orquesta Los Melódicos, de Renato Capriles.

Un día, el mismo Oropeza me invitó a un penthouse en Caracas, con arpa, cuatro y acordeón, y en ese momento sonaron las campanas de una iglesia cercana. Era el 24 de diciembre de 1958, y me dijo que por ahí tenía un disco para que lo escuchara y le diera el visto bueno", relata Velásquez.

Era la primera versión de la exitosa canción, grabada por el venezolano Néstor Zavarce, que falleció el año pasado. Esta de Zavarce es la más reconocida en el interior de Colombia y su éxito, año tras año, es equivalente al de Velásquez en la costa. La de Zavarce también es melodía obligada de fin de año en Venezuela y en varios países de América Latina.

La grabación en Barranquilla

Después de escuchar la versión original, Aníbal regresó a Barranquilla.

"La segunda estrofa, que dice: 'Me perdonan que me vaya de la fiesta...', la puse yo -asegura-, aunque nunca he reclamado eso como derecho de autor, porque la estructura completa de la canción es de Oropeza, quien me la cantó con su propia voz ese día", afirma el barranquillero.

Aníbal recuerda que le compuso un arreglo mucho más alegre y pegajoso -el original es un pasaje llanero-, pues en la interpretación de Zavarce, que tenía una voz profunda y de timbre operático, le pareció que sonaba "como si fuera de ultratumba".

Ya con los arreglos nuevos, fue a mostrarla en Discos Tropical, donde el director artístico, Genaro Fayud, "un turco" que tenía el olfato musical bien afinado, la aprobó y la grabaron en seguida. En menos de un mes, estaba en la calle sonando.

"Gustó de inmediato, pero eso se debe mucho al estímulo del 'Turco', quien le ponía muchas ganas cuando le gustaba un proyecto", comenta Velásquez.

De ser un éxito comercial en Barranquilla y sus teatros, pasó a toda la costa, en un periplo pegajoso que fue creciendo como bola de nieve. "La canción la han grabado muchas orquestas, pero ninguna de las versiones, incluyendo la original, le ha dado por las patas a la mía", señala Velásquez sin asomo de modestia.

Y como para que no queden dudas de su afirmación, recuerda la vez que se la hicieron tocar 15 veces en el Madison Square Garden, de Nueva York.

También la subienda fue para el bolsillo del artista barranquillero. Sin revelar el monto económico, Velásquez afirma que Faltan cinco pa' las doce es la canción que mayores dividendos le ha dado como intérprete, al lado de Guaracha en España, de la que es autor. (Otra que le ha dado buen resultado económico es Mambo loco, culpable de que el sello Mussar, de México, le diera 120 millones de pesos por la exclusividad durante siete años.)

En adelante, la música ha sido la vida para el artista barranquillero.
La única vez que Velásquez recuerda que dejó a un lado el instrumento alemán, desde que aprendió a tocarlo a expensas de su hermano Juan, fue cuando un grupo de amigos lo metió de 'contrabando' a estudiar Medicina en la Universidad Nacional, en Bogotá, en el año 1969, con el propósito de 'sacarlo' de la música.
Velásquez, que solo hizo hasta cuarto de bachillerato, hizo presencia en los salones de clase un par de meses, pero los mismos amigos no aguantaron y le consiguieron un acordeón para que les amenizara las llamadas 'empanadas bailables' que se inventaban los costeños para beber ron.

"Fue cuando los profesores se dieron cuenta de que no era estudiante de Medicina, ni nada de eso, que yo solo servía para tocar acordeón y más ná".

Aníbal sostiene que, como consecuencia lógica del éxito de Faltan cinco pa' las doce, siempre tiene trabajo para tocar los 31 de diciembre, tanto en Colombia como en el exterior. En esta rutina, hace un par de años se llevó la mayor sorpresa de su vida artística. Unos contrabandistas, dice, lo contrataron para tocar en Puerto Colombia el 31 de diciembre. Ese día, como no había ocurrido en 40 años, estaba cansado y quería pasarlo junto con su esposa, en el barrio Ciudadela 20 de Julio, de Barranquilla.

"Les pedí 25 millones para que no me contrataran, y al rato regresaron con una contraoferta: me daban 30 millones, pero con la condición de que empezara a tocar cuando faltaran cinco para las doce, y ¿quién se iba a negar?", sostiene.

Un músico de respeto

Aníbal Velásquez es considerado el único acordeonero que le ha dado la talla a Alfredo Gutiérrez en la ejecución del instrumento.

El propio Gutiérrez le dijo a EL TIEMPO: "Fue el primer revolucionario del acordeón, y tocó cosas que nadie se atrevía, pero que le quedaban bien. En verdad, es incomparable, y debe ser un ejemplo para todos esos pelaos que tocan por tocar, pero sin sabor, sin alma".

Según el intérprete, ni el mismo Alfredo tiene con qué opacarlo. "Hay que ver que ese hombre es de respeto, nadie lo iguala, pero conmigo la ha visto verde", dice Aníbal, y cuenta dos de los muchos combates musicales que tuvo con Alfredo Gutiérrez.

El primero ocurrió en el Club Popa, en Cartagena, y en esa oportunidad hubo hasta jurados (Andrés Landero, Adolfo Pacheco y Alejo Durán) para calificar cuál de ellos era el mejor, pero Aníbal, según su historia, llegó inspirado y tocó todos los instrumentos y digitó las mejores guarachas, dejando a Alfredo "viendo un chispero".

El segundo fue en Valledupar, en una caseta, en la que había dos bandos: alfredistas y anibalistas. Allí también Aníbal sorprendió al público al llevar un acordeón electrovoz, "que hacía como pájaro, como trompeta, como piano".

"Me lo ripié en un dos por tres", recuerda hoy el afamado intérprete de temas como Cachita, El cumbanchero, Sal y agua, El ají picante, La negra Celina, Hace tiempo, Caracoles de colores, La brujita, Alicia la flaca, Guaracha en España, El perro de Juana, El golero emparamao, El perro zapato blanco, Las delgaditas, El turco perro y La vieja cachiporra, entre otros. En el campo de la creación musical, sus composiciones, afirma, pasan de mil.

Este es Aníbal Velásquez, también apodado 'Aníbal Sensación', 'el Mago del acordeón' y 'el Bárbaro'.

Recuerda que su éxito era tan grande que Toño Fuentes, el célebre impulsor de la industria musical en Colombia, obligó a Calixto Ochoa a buscar en cualquier rincón a alguien que le hiciera contrapeso a ese 'diablo'. Fue así como se descubrió a Alfredo Gutiérrez y se gestó el éxito de Los Corraleros de Majagual.

A Velásquez, el primero en grabar La casa en el aire, de Escalona, también le decían 'Todosello', porque grababa permanentemente en cualquier disquera, en un tiempo en el que en Colombia no pagaban la exclusividad.

"Era una época fabulosa, grabábamos cada rato y el disco salía de inmediato. Recuerdo que una vez me tocó grabar en calzoncillos porque el calor era tan grande que no aguantaba la ropa", afirma el artista.

Con todo y su éxito, sus inicios fueron más bien discretos, según cuenta: comenzó en la música tocando la violina (armónica) para que cantara otro inmortal, Nelson Pinedo, en el barrio Rebolo, de Barranquilla.

JUAN CARLOS DÍAZ M.
CORRESPONSAL DE EL TIEMPO
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