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Ceci Ustáriz la mujer de las empanadas que le gustaban a Diomedes Díaz

Fuente: Crónica por Juan Rincón Vanegas | Fecha: 2015-01-13 | Visitas: 5360

Ceci Ustáriz la mujer de las empanadas que le gustaban a Diomedes Díaz

En ninguna parte de la casa de Cecilia Ustáriz Rincones, ubicada en la calle principal del corregimiento de Mariangola, municipio de Valledupar, existe un letrero que identifique que desde hace 27 años ella está dedicada a la venta de empanadas, arepa e” huevo y arepa dulce.

Lo que si es cierto, es que Diomedes Díaz Maestre desde hacía varios años era cliente habitual de “Ceci”, como “El Cacique de La Junta” llamaba a la “chef” provinciana, y al pasar por el pueblo la parada era obligada, tal como lo hizo por última vez el sábado 21 de diciembre de 2013 a las 4:40 de la mañana, cuando venía procedente de Barranquilla.

Esa madrugada llegó, pero no se bajó del vehículo, sino que pidió 15 empanadas, y pagó más de la cuenta, 30 mil pesos. Regaló varias bendiciones a los comensales presentes y cantó un verso de “Ay la vida”.

Cecilia, quien atendió la entrevista con las primeras luces de un nuevo día, hora en la cual estaba dedicada a su oficio de brindar tinto y sus deliciosos comestibles. Se sentaba, se parada, saludaba, vendía, y mientras tanto, comenzó diciendo: “Por acá, de lunes a sábado, los domingos descanso, atiendo en mi mesa desde las tres de la mañana, hasta las seis y media, o antes si se vende todo. En esto no hay secretos, y a todos les gusta porque el sabor es criollo”. Y recalca: “Yo lo hago todo, no tengo ayudantes”.

Indica que hace un promedio de 150 a 200 empanadas, le va bien y a esa hora de la madrugada no tiene competencia. Sonríe y añade: “Me gano el día bien temprano”. Cecilia hace honor al famoso dicho: “Al que madruga, Dios le ayuda”.

Después que vende, enseguida guarda la mesa, la vitrina, los termos, las sillas y demás. De inmediato se dedica a las labores del hogar, a descansar, a comprar los productos y estar lista para una nueva jornada.

“Ahora, si los atiendo con calma, para que hablemos del amigo Diomedes”, dijo, pero antes habló de los suyos, sus dos hijos, sus adoraciones, Alexis y Nelson Enrique Vargas Ustáriz, a quienes ha podido sacar adelante con su esfuerzo. “Me separé hace 26 años, y como dijo Diomedes, se las dejo ahí”.

El tema de la conversación era “El Cacique de La Junta” y, entonces, enfiló su pensamiento para hacerlo. “Desde hace muchos años Diomedes Díaz me compraba empanadas. Siempre que pasaba se bajaba. Me compraba y me regalaba algo. Era especial conmigo. Una vez le iba a regalar las empanadas y se puso bravo porque yo vivía de eso. Ni más volví a intentarlo”.

“Ceci” se pone seria y cuenta la última vez que vio con vida a Diomedes. “Esa madrugada no se bajó. Fui hasta la camioneta, entonces él me dijo que estaba borracho, pero que se acordaba de mis empanadas. Me echó varias bendiciones, me dio un beso en la frente y también le dio otro beso a mi nieto Hugo Rafael. Esa madrugada me dijo que en los próximos días iba a presentarse en Cartagena y de regreso me daba un aguinaldo”.

De inmediato, “Ceci” cambia el semblante. El dolor la atropella, las lágrimas la visitan y se pregunta: “¿Quién iba a saber que a las pocas horas de verlo se iba a morir?

Y relata el momento de la noticia triste. “Estando en la tienda, un pelao me dijo que se había muerto Diomedes. No lo podía creer. Al llegar a la casa puse la emisora y ya estaban diciendo. Se imagina lo que sentí. El amigo bueno, el artista grande había muerto”.

Hace una pequeña pausa. “Diomedes, era el más grande. Nos alegró la vida con sus canciones. Era un hombre sencillo, de pueblo, humilde, cariñoso y de esos que nunca mueren porque se quedó para siempre en el corazón de todos”.

Cuando se le indaga sobre la canción de Diomedes Díaz que más le gusta, responde. “Ese si es un problema. Me gustan: “Cariñito de mi vida”, “Mi muchacho”, “Mi primera cana”, y “Ay la vida”, esa es de Marciano Martínez, que me cantó la última vez que llegó frente a mi casa”.

Enseguida, brindó un delicioso tinto a la memoria del artista fiel, el mismo que valoró el trabajo de “Ceci”, una mujer que se gana la vida honradamente y que goza del cariño de todos.

El aguinaldo de Diomedes

La casa ubicada en la calle principal de Mariangola, identificada con el número 1- 99, y cerca al puente, se llenó de amigos que escuchaban las declaraciones de “Ceci” recordando a su amigo Diomedes, el artista que daba cualquier cosa por sus deliciosas empanadas.

Cecilia Ustáriz Rincones no deja de añorarlo, y lo lleva en sus oraciones para que descanse en paz. Además, la sacude la nostalgia cuando trae a colación lo del aguinaldo, porque sin proponérselo, ese recuerdo se asemeja a un ojo de agua que le da vida a un río de lágrimas que pasado un año aún no ha llegado a su desembocadura.

“Ay la vida/ tan bonita que es vivirla
con amor y compartirla/ como lo manda el creador.
Y tú me la estás quitando corazón
y tú me la estás quitando sin razón”.

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Ceci Ustáriz la mujer de las empanadas que le gustaban a Diomedes Díaz

Fuente: Crónica por Juan Rincón Vanegas | Fecha: 2015-01-13 | Visitas: 5360

Ceci Ustáriz la mujer de las empanadas que le gustaban a Diomedes Díaz

En ninguna parte de la casa de Cecilia Ustáriz Rincones, ubicada en la calle principal del corregimiento de Mariangola, municipio de Valledupar, existe un letrero que identifique que desde hace 27 años ella está dedicada a la venta de empanadas, arepa e” huevo y arepa dulce.

Lo que si es cierto, es que Diomedes Díaz Maestre desde hacía varios años era cliente habitual de “Ceci”, como “El Cacique de La Junta” llamaba a la “chef” provinciana, y al pasar por el pueblo la parada era obligada, tal como lo hizo por última vez el sábado 21 de diciembre de 2013 a las 4:40 de la mañana, cuando venía procedente de Barranquilla.

Esa madrugada llegó, pero no se bajó del vehículo, sino que pidió 15 empanadas, y pagó más de la cuenta, 30 mil pesos. Regaló varias bendiciones a los comensales presentes y cantó un verso de “Ay la vida”.

Cecilia, quien atendió la entrevista con las primeras luces de un nuevo día, hora en la cual estaba dedicada a su oficio de brindar tinto y sus deliciosos comestibles. Se sentaba, se parada, saludaba, vendía, y mientras tanto, comenzó diciendo: “Por acá, de lunes a sábado, los domingos descanso, atiendo en mi mesa desde las tres de la mañana, hasta las seis y media, o antes si se vende todo. En esto no hay secretos, y a todos les gusta porque el sabor es criollo”. Y recalca: “Yo lo hago todo, no tengo ayudantes”.

Indica que hace un promedio de 150 a 200 empanadas, le va bien y a esa hora de la madrugada no tiene competencia. Sonríe y añade: “Me gano el día bien temprano”. Cecilia hace honor al famoso dicho: “Al que madruga, Dios le ayuda”.

Después que vende, enseguida guarda la mesa, la vitrina, los termos, las sillas y demás. De inmediato se dedica a las labores del hogar, a descansar, a comprar los productos y estar lista para una nueva jornada.

“Ahora, si los atiendo con calma, para que hablemos del amigo Diomedes”, dijo, pero antes habló de los suyos, sus dos hijos, sus adoraciones, Alexis y Nelson Enrique Vargas Ustáriz, a quienes ha podido sacar adelante con su esfuerzo. “Me separé hace 26 años, y como dijo Diomedes, se las dejo ahí”.

El tema de la conversación era “El Cacique de La Junta” y, entonces, enfiló su pensamiento para hacerlo. “Desde hace muchos años Diomedes Díaz me compraba empanadas. Siempre que pasaba se bajaba. Me compraba y me regalaba algo. Era especial conmigo. Una vez le iba a regalar las empanadas y se puso bravo porque yo vivía de eso. Ni más volví a intentarlo”.

“Ceci” se pone seria y cuenta la última vez que vio con vida a Diomedes. “Esa madrugada no se bajó. Fui hasta la camioneta, entonces él me dijo que estaba borracho, pero que se acordaba de mis empanadas. Me echó varias bendiciones, me dio un beso en la frente y también le dio otro beso a mi nieto Hugo Rafael. Esa madrugada me dijo que en los próximos días iba a presentarse en Cartagena y de regreso me daba un aguinaldo”.

De inmediato, “Ceci” cambia el semblante. El dolor la atropella, las lágrimas la visitan y se pregunta: “¿Quién iba a saber que a las pocas horas de verlo se iba a morir?

Y relata el momento de la noticia triste. “Estando en la tienda, un pelao me dijo que se había muerto Diomedes. No lo podía creer. Al llegar a la casa puse la emisora y ya estaban diciendo. Se imagina lo que sentí. El amigo bueno, el artista grande había muerto”.

Hace una pequeña pausa. “Diomedes, era el más grande. Nos alegró la vida con sus canciones. Era un hombre sencillo, de pueblo, humilde, cariñoso y de esos que nunca mueren porque se quedó para siempre en el corazón de todos”.

Cuando se le indaga sobre la canción de Diomedes Díaz que más le gusta, responde. “Ese si es un problema. Me gustan: “Cariñito de mi vida”, “Mi muchacho”, “Mi primera cana”, y “Ay la vida”, esa es de Marciano Martínez, que me cantó la última vez que llegó frente a mi casa”.

Enseguida, brindó un delicioso tinto a la memoria del artista fiel, el mismo que valoró el trabajo de “Ceci”, una mujer que se gana la vida honradamente y que goza del cariño de todos.

El aguinaldo de Diomedes

La casa ubicada en la calle principal de Mariangola, identificada con el número 1- 99, y cerca al puente, se llenó de amigos que escuchaban las declaraciones de “Ceci” recordando a su amigo Diomedes, el artista que daba cualquier cosa por sus deliciosas empanadas.

Cecilia Ustáriz Rincones no deja de añorarlo, y lo lleva en sus oraciones para que descanse en paz. Además, la sacude la nostalgia cuando trae a colación lo del aguinaldo, porque sin proponérselo, ese recuerdo se asemeja a un ojo de agua que le da vida a un río de lágrimas que pasado un año aún no ha llegado a su desembocadura.

“Ay la vida/ tan bonita que es vivirla
con amor y compartirla/ como lo manda el creador.
Y tú me la estás quitando corazón
y tú me la estás quitando sin razón”.

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Ceci Ustáriz la mujer de las empanadas que le gustaban a Diomedes Díaz

Fuente: Crónica por Juan Rincón Vanegas | Fecha: 2015-01-13 | Visitas: 5360

Ceci Ustáriz la mujer de las empanadas que le gustaban a Diomedes Díaz

En ninguna parte de la casa de Cecilia Ustáriz Rincones, ubicada en la calle principal del corregimiento de Mariangola, municipio de Valledupar, existe un letrero que identifique que desde hace 27 años ella está dedicada a la venta de empanadas, arepa e” huevo y arepa dulce.

Lo que si es cierto, es que Diomedes Díaz Maestre desde hacía varios años era cliente habitual de “Ceci”, como “El Cacique de La Junta” llamaba a la “chef” provinciana, y al pasar por el pueblo la parada era obligada, tal como lo hizo por última vez el sábado 21 de diciembre de 2013 a las 4:40 de la mañana, cuando venía procedente de Barranquilla.

Esa madrugada llegó, pero no se bajó del vehículo, sino que pidió 15 empanadas, y pagó más de la cuenta, 30 mil pesos. Regaló varias bendiciones a los comensales presentes y cantó un verso de “Ay la vida”.

Cecilia, quien atendió la entrevista con las primeras luces de un nuevo día, hora en la cual estaba dedicada a su oficio de brindar tinto y sus deliciosos comestibles. Se sentaba, se parada, saludaba, vendía, y mientras tanto, comenzó diciendo: “Por acá, de lunes a sábado, los domingos descanso, atiendo en mi mesa desde las tres de la mañana, hasta las seis y media, o antes si se vende todo. En esto no hay secretos, y a todos les gusta porque el sabor es criollo”. Y recalca: “Yo lo hago todo, no tengo ayudantes”.

Indica que hace un promedio de 150 a 200 empanadas, le va bien y a esa hora de la madrugada no tiene competencia. Sonríe y añade: “Me gano el día bien temprano”. Cecilia hace honor al famoso dicho: “Al que madruga, Dios le ayuda”.

Después que vende, enseguida guarda la mesa, la vitrina, los termos, las sillas y demás. De inmediato se dedica a las labores del hogar, a descansar, a comprar los productos y estar lista para una nueva jornada.

“Ahora, si los atiendo con calma, para que hablemos del amigo Diomedes”, dijo, pero antes habló de los suyos, sus dos hijos, sus adoraciones, Alexis y Nelson Enrique Vargas Ustáriz, a quienes ha podido sacar adelante con su esfuerzo. “Me separé hace 26 años, y como dijo Diomedes, se las dejo ahí”.

El tema de la conversación era “El Cacique de La Junta” y, entonces, enfiló su pensamiento para hacerlo. “Desde hace muchos años Diomedes Díaz me compraba empanadas. Siempre que pasaba se bajaba. Me compraba y me regalaba algo. Era especial conmigo. Una vez le iba a regalar las empanadas y se puso bravo porque yo vivía de eso. Ni más volví a intentarlo”.

“Ceci” se pone seria y cuenta la última vez que vio con vida a Diomedes. “Esa madrugada no se bajó. Fui hasta la camioneta, entonces él me dijo que estaba borracho, pero que se acordaba de mis empanadas. Me echó varias bendiciones, me dio un beso en la frente y también le dio otro beso a mi nieto Hugo Rafael. Esa madrugada me dijo que en los próximos días iba a presentarse en Cartagena y de regreso me daba un aguinaldo”.

De inmediato, “Ceci” cambia el semblante. El dolor la atropella, las lágrimas la visitan y se pregunta: “¿Quién iba a saber que a las pocas horas de verlo se iba a morir?

Y relata el momento de la noticia triste. “Estando en la tienda, un pelao me dijo que se había muerto Diomedes. No lo podía creer. Al llegar a la casa puse la emisora y ya estaban diciendo. Se imagina lo que sentí. El amigo bueno, el artista grande había muerto”.

Hace una pequeña pausa. “Diomedes, era el más grande. Nos alegró la vida con sus canciones. Era un hombre sencillo, de pueblo, humilde, cariñoso y de esos que nunca mueren porque se quedó para siempre en el corazón de todos”.

Cuando se le indaga sobre la canción de Diomedes Díaz que más le gusta, responde. “Ese si es un problema. Me gustan: “Cariñito de mi vida”, “Mi muchacho”, “Mi primera cana”, y “Ay la vida”, esa es de Marciano Martínez, que me cantó la última vez que llegó frente a mi casa”.

Enseguida, brindó un delicioso tinto a la memoria del artista fiel, el mismo que valoró el trabajo de “Ceci”, una mujer que se gana la vida honradamente y que goza del cariño de todos.

El aguinaldo de Diomedes

La casa ubicada en la calle principal de Mariangola, identificada con el número 1- 99, y cerca al puente, se llenó de amigos que escuchaban las declaraciones de “Ceci” recordando a su amigo Diomedes, el artista que daba cualquier cosa por sus deliciosas empanadas.

Cecilia Ustáriz Rincones no deja de añorarlo, y lo lleva en sus oraciones para que descanse en paz. Además, la sacude la nostalgia cuando trae a colación lo del aguinaldo, porque sin proponérselo, ese recuerdo se asemeja a un ojo de agua que le da vida a un río de lágrimas que pasado un año aún no ha llegado a su desembocadura.

“Ay la vida/ tan bonita que es vivirla
con amor y compartirla/ como lo manda el creador.
Y tú me la estás quitando corazón
y tú me la estás quitando sin razón”.

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