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Lleva Celso Piña su música al corazón de Macondo

Fuente: Lorenzo Encinas - Corresponsal | Fecha: 2004-09-07 | Visitas: 6306

Lleva Celso  Piña su música al corazón de Macondo

Con sus canciones, el cacique de la Campana despierta el ritmo en el nóbel Gabriel García Márquez quien baila al compás de sus canciones.

Bien dice el dicho que la música es el lenguaje universal. La noche del martes 31 de Agosto el llanto del acordeón de Celso Piña y la sola presencia de Gabriel García Márquez, premio nóbel de literatura en 1982, fueron los ingredientes para la unir los tiempos del cólera, al compás del aire del gavilanazo.

Con su acordeón al hombro, como siempre, Celso bajó de las alturas de su reino en el Cerro de la Campana para cantarle al alma y al corazón de Macondo.

Un corto silencio. Celso contempla a "Gabo" como queriendo encontrar nuevos detalles del rostro y la figura del escritor. "No puede ser que tantos universos y tantas personas hallan salido de la mente de hombre", tal vez pensaría Celso, ante la sola presencia del escritor colombiano.

García Márquez, como si estuviera midiendo el terreno, expectante esperaba cualquier movimiento de aquel hombre, que con su sola presencia había hecho callar a los presentes.

Frente a frente. Un silencio de más de veinte años de lucha y estigma estallaron con las notas de la "Crónica de una Muerte Anunciada", luego llegó el tema "Hasta Siempre", pero al escuchar los primeros acordes de la "Cumbia Sampuesana" comenzó la fiesta de la cumbiamba.

La respuesta de "Gabo" sorprendió a los presentes, al más puro estilo de los indios y negros que habitan en las provincias del norte de Colombia, rompió su estricto protocolo personal y se entregó al ritmo de Celso.

Los presentes, al ver que el nóbel bailaba a sus anchas, no tuvieron más remedio que unirse a mitote cumbiambero, y en !MARCO¡, tras la sorpresa llegó el saludo, ¿que le dijo "Gabo" a Celso?: "eso es algo que me reservo"; sólo ambos lo saben.

Pero declaradamente, luego de dos encuentros, "Gabo" es un fan de Celso Piña, ya que esa fue la dedicatoria que el escritor nacido en Aracataca, Colombia.

De hecho el encuentro de Gabriel García Márquez fue un nuevo acercamiento con un extraño universo que gira alrededor de la música colombiana.
Ritual y encanto. Un mundo Colombia; lo cierto es que la combinación de "Gabo" y Celso marcó un punto y aparte en la historia reciente de la cultura en Nuevo León.

Las notas del acordeón del músico de La Campana mostraron con precisión milimétrica los contornos de un mundo olvidado, de una comunidad emocional en la que habitan millares de jóvenes. Este el universo donde la figura de Celso Piña ha pasado del mito a ritual.

Realismo mágico. El nóbel tiene quien le cante. Ante Celso, Gabriel García Márquez, por unos momentos volvió a su Aracataca natal. Al ritmo de cumbia, el mismo corazón de Macondo se sacudía desde la entraña misma, tanto así que entre los presentes se encontraban los habitantes del mítico Macondo: Remedios la Bella, Mauricio Babilonia, Aureliano Buendía, hasta el mismo Santiago Nassar, quien llegó a última hora de otra novela, sucumbieron ante el ritmo y el encanto del ritmo ritual de Celso Piña.

En ese encuentro, Celso se convirtió en la versión regiomontana de "Francisco el Hombre", quien, sin proponérselo, contó los pormenores de su universo mágico, un mundo silencioso donde habitan otros seres condenados por el sólo hecho de existir. Ellos de alguna forma viven su tragicómica novela de Cien Años de Soledad. Los habitantes del mundo del silencio proceden de un Macondo imaginario donde todos tienen corazones con forma de acordeón.

Recordando las noches de cumbiambas y velas, "Gabo" se mostró tal cual es, un habitante de la tierra del olvido, un lugar donde vuelan las mariposas amarillas y se respira el olor a guayaba.

Al compás de "La Sampuesana", "Macondo", "Los Gavilanes", "Sí Mañana", el literato, se entregó al baile y de la mano de Mercedes, su esposa bailaron como bailan en Colombia, tal vez por un rato la atmósfera macondina cobró vida gracias al sonido de las notas de la acordeón de Celso Piña.

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Lleva Celso Piña su música al corazón de Macondo

Fuente: Lorenzo Encinas - Corresponsal | Fecha: 2004-09-07 | Visitas: 6306

Lleva Celso  Piña su música al corazón de Macondo

Con sus canciones, el cacique de la Campana despierta el ritmo en el nóbel Gabriel García Márquez quien baila al compás de sus canciones.

Bien dice el dicho que la música es el lenguaje universal. La noche del martes 31 de Agosto el llanto del acordeón de Celso Piña y la sola presencia de Gabriel García Márquez, premio nóbel de literatura en 1982, fueron los ingredientes para la unir los tiempos del cólera, al compás del aire del gavilanazo.

Con su acordeón al hombro, como siempre, Celso bajó de las alturas de su reino en el Cerro de la Campana para cantarle al alma y al corazón de Macondo.

Un corto silencio. Celso contempla a "Gabo" como queriendo encontrar nuevos detalles del rostro y la figura del escritor. "No puede ser que tantos universos y tantas personas hallan salido de la mente de hombre", tal vez pensaría Celso, ante la sola presencia del escritor colombiano.

García Márquez, como si estuviera midiendo el terreno, expectante esperaba cualquier movimiento de aquel hombre, que con su sola presencia había hecho callar a los presentes.

Frente a frente. Un silencio de más de veinte años de lucha y estigma estallaron con las notas de la "Crónica de una Muerte Anunciada", luego llegó el tema "Hasta Siempre", pero al escuchar los primeros acordes de la "Cumbia Sampuesana" comenzó la fiesta de la cumbiamba.

La respuesta de "Gabo" sorprendió a los presentes, al más puro estilo de los indios y negros que habitan en las provincias del norte de Colombia, rompió su estricto protocolo personal y se entregó al ritmo de Celso.

Los presentes, al ver que el nóbel bailaba a sus anchas, no tuvieron más remedio que unirse a mitote cumbiambero, y en !MARCO¡, tras la sorpresa llegó el saludo, ¿que le dijo "Gabo" a Celso?: "eso es algo que me reservo"; sólo ambos lo saben.

Pero declaradamente, luego de dos encuentros, "Gabo" es un fan de Celso Piña, ya que esa fue la dedicatoria que el escritor nacido en Aracataca, Colombia.

De hecho el encuentro de Gabriel García Márquez fue un nuevo acercamiento con un extraño universo que gira alrededor de la música colombiana.
Ritual y encanto. Un mundo Colombia; lo cierto es que la combinación de "Gabo" y Celso marcó un punto y aparte en la historia reciente de la cultura en Nuevo León.

Las notas del acordeón del músico de La Campana mostraron con precisión milimétrica los contornos de un mundo olvidado, de una comunidad emocional en la que habitan millares de jóvenes. Este el universo donde la figura de Celso Piña ha pasado del mito a ritual.

Realismo mágico. El nóbel tiene quien le cante. Ante Celso, Gabriel García Márquez, por unos momentos volvió a su Aracataca natal. Al ritmo de cumbia, el mismo corazón de Macondo se sacudía desde la entraña misma, tanto así que entre los presentes se encontraban los habitantes del mítico Macondo: Remedios la Bella, Mauricio Babilonia, Aureliano Buendía, hasta el mismo Santiago Nassar, quien llegó a última hora de otra novela, sucumbieron ante el ritmo y el encanto del ritmo ritual de Celso Piña.

En ese encuentro, Celso se convirtió en la versión regiomontana de "Francisco el Hombre", quien, sin proponérselo, contó los pormenores de su universo mágico, un mundo silencioso donde habitan otros seres condenados por el sólo hecho de existir. Ellos de alguna forma viven su tragicómica novela de Cien Años de Soledad. Los habitantes del mundo del silencio proceden de un Macondo imaginario donde todos tienen corazones con forma de acordeón.

Recordando las noches de cumbiambas y velas, "Gabo" se mostró tal cual es, un habitante de la tierra del olvido, un lugar donde vuelan las mariposas amarillas y se respira el olor a guayaba.

Al compás de "La Sampuesana", "Macondo", "Los Gavilanes", "Sí Mañana", el literato, se entregó al baile y de la mano de Mercedes, su esposa bailaron como bailan en Colombia, tal vez por un rato la atmósfera macondina cobró vida gracias al sonido de las notas de la acordeón de Celso Piña.

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Lleva Celso Piña su música al corazón de Macondo

Fuente: Lorenzo Encinas - Corresponsal | Fecha: 2004-09-07 | Visitas: 6306

Lleva Celso  Piña su música al corazón de Macondo

Con sus canciones, el cacique de la Campana despierta el ritmo en el nóbel Gabriel García Márquez quien baila al compás de sus canciones.

Bien dice el dicho que la música es el lenguaje universal. La noche del martes 31 de Agosto el llanto del acordeón de Celso Piña y la sola presencia de Gabriel García Márquez, premio nóbel de literatura en 1982, fueron los ingredientes para la unir los tiempos del cólera, al compás del aire del gavilanazo.

Con su acordeón al hombro, como siempre, Celso bajó de las alturas de su reino en el Cerro de la Campana para cantarle al alma y al corazón de Macondo.

Un corto silencio. Celso contempla a "Gabo" como queriendo encontrar nuevos detalles del rostro y la figura del escritor. "No puede ser que tantos universos y tantas personas hallan salido de la mente de hombre", tal vez pensaría Celso, ante la sola presencia del escritor colombiano.

García Márquez, como si estuviera midiendo el terreno, expectante esperaba cualquier movimiento de aquel hombre, que con su sola presencia había hecho callar a los presentes.

Frente a frente. Un silencio de más de veinte años de lucha y estigma estallaron con las notas de la "Crónica de una Muerte Anunciada", luego llegó el tema "Hasta Siempre", pero al escuchar los primeros acordes de la "Cumbia Sampuesana" comenzó la fiesta de la cumbiamba.

La respuesta de "Gabo" sorprendió a los presentes, al más puro estilo de los indios y negros que habitan en las provincias del norte de Colombia, rompió su estricto protocolo personal y se entregó al ritmo de Celso.

Los presentes, al ver que el nóbel bailaba a sus anchas, no tuvieron más remedio que unirse a mitote cumbiambero, y en !MARCO¡, tras la sorpresa llegó el saludo, ¿que le dijo "Gabo" a Celso?: "eso es algo que me reservo"; sólo ambos lo saben.

Pero declaradamente, luego de dos encuentros, "Gabo" es un fan de Celso Piña, ya que esa fue la dedicatoria que el escritor nacido en Aracataca, Colombia.

De hecho el encuentro de Gabriel García Márquez fue un nuevo acercamiento con un extraño universo que gira alrededor de la música colombiana.
Ritual y encanto. Un mundo Colombia; lo cierto es que la combinación de "Gabo" y Celso marcó un punto y aparte en la historia reciente de la cultura en Nuevo León.

Las notas del acordeón del músico de La Campana mostraron con precisión milimétrica los contornos de un mundo olvidado, de una comunidad emocional en la que habitan millares de jóvenes. Este el universo donde la figura de Celso Piña ha pasado del mito a ritual.

Realismo mágico. El nóbel tiene quien le cante. Ante Celso, Gabriel García Márquez, por unos momentos volvió a su Aracataca natal. Al ritmo de cumbia, el mismo corazón de Macondo se sacudía desde la entraña misma, tanto así que entre los presentes se encontraban los habitantes del mítico Macondo: Remedios la Bella, Mauricio Babilonia, Aureliano Buendía, hasta el mismo Santiago Nassar, quien llegó a última hora de otra novela, sucumbieron ante el ritmo y el encanto del ritmo ritual de Celso Piña.

En ese encuentro, Celso se convirtió en la versión regiomontana de "Francisco el Hombre", quien, sin proponérselo, contó los pormenores de su universo mágico, un mundo silencioso donde habitan otros seres condenados por el sólo hecho de existir. Ellos de alguna forma viven su tragicómica novela de Cien Años de Soledad. Los habitantes del mundo del silencio proceden de un Macondo imaginario donde todos tienen corazones con forma de acordeón.

Recordando las noches de cumbiambas y velas, "Gabo" se mostró tal cual es, un habitante de la tierra del olvido, un lugar donde vuelan las mariposas amarillas y se respira el olor a guayaba.

Al compás de "La Sampuesana", "Macondo", "Los Gavilanes", "Sí Mañana", el literato, se entregó al baile y de la mano de Mercedes, su esposa bailaron como bailan en Colombia, tal vez por un rato la atmósfera macondina cobró vida gracias al sonido de las notas de la acordeón de Celso Piña.

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