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En Valledupar me gradué como gran compositor vallenato: Adolfo Pacheco

Fuente: Crónica por Por Juan Rincón Vanegas @juanrinconv | Fecha: 2016-10-23 | Visitas: 7694

En Valledupar me gradué como gran compositor vallenato: Adolfo Pacheco

Tomarse un tinto con el compositor Adolfo Pacheco Anillo a orillas del río Magdalena, cuando pasa por Barrancabermeja, fue algo mágico. Es un narrador auténtico que pone la palabra en el lugar preciso, al lado del corazón.

Viendo correr ese caudaloso afluente comenzó a hablar de esos recuerdos que lo tienen en el más grande pedestal como compositor vallenato.

“No pensé que hoy a mis 76 años, los cumplí el pasado 8 de agosto, recibiera tantos homenajes que ya van por 60, siendo los más recientes en el Festival de Acordeones del Río Grande de la Magdalena de Barrancabermeja y ahora en el Primer Festival Internacional de Acordeones de Miami”.

Da un repaso por los homenajes que visitan en ese momento su memoria, y otros que aunque no se acuerda fueron significativos en su vida, pero se detiene en uno especial.

“En el Festival de la Leyenda Vallenata del año 2005 fui coronado como Rey Vallenato Vitalicio, y ese fue mi grado como gran compositor vallenato. Eso fue un gran honor y se demostró que soy un gran cultivador de esta bella música que se impone en el mundo”.

Enseguida comienza un repaso por la historia de la vida, de donde han salido los cantos vallenatos que lo han catapultado a la gloria y hace el reconocimiento a la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata por llevar el estandarte “para que el vallenato clásico permanezca con el paso del tiempo y cada año en Valledupar se den cita miles de concursantes: acordeoneros, cajeros, guacharaqueros, compositores, verseadores y cantantes”.

No paraba de explicar. “No cabe duda que todo ese trabajo es producto de la visión que tuvo Consuelo Araujonoguera, con quien tuve algunas diferencias, pero que al final acepté su decisión, templanza y proyección para esta querida música vallenata”.

La hamaca grande

El tinto iba consumiéndose a la par de las paradas de su ameno diálogo y entonces entró en el campo de sus composiciones que suman más de 200, esas mismas que tienen el sello del hombre pueblerino y apegado a sus costumbres.

“Si cuento de todas, acá tendremos que amanecer”. Es lo primero que señala. Entonces se direcciona por la canción donde pudo por su talento y admirable descripción montar en una hamaca grande al pueblo vallenato para que meciéndose en ella cantara. A su vez, uniendo el poder del acordeón y la voz de Andrés Landero lo hizo exactamente en dos minutos y 50 segundos.

“El que me inspiró esa obra fue el inolvidable compadre Andrés Landero, quien fue a participar en el Festival Vallenato y no ganó, y entonces me propuse con mi canto que hice en 1969 llevar a Valledupar al lado de mi compadre Ramón Vargas Tapias, un presente con la música de mi pueblo, especialmente una hamaca grande, más grande que el Cerro e Maco”.

Al viejo compositor sanjacintero le revoloteó en su pensamiento ese recuerdo cantado que fue un trasteo de sentimientos y con elementos pegados a su tierra.

Cuando salió la canción el historiador, político y escritor Eduardo Lemaitre Román, publicó en El Universal de Cartagena una columna donde destacaba la obra, pero señalaba que la hamaca no servía para hacer el amor.

El maestro Adolfo Pacheco al leer ese escrito, no paró de reírse, como exactamente lo hizo ahora, pero le contestó.

“Le agradecí el elogio a la canción, a la hamaca Sanjacintera, y le dije que yo que no era tan experto en cuestiones del amor, pero me sabía de memoria 25 posturas, o sea lo que se puede llamar sexo colgante”.

Dentro de ese entorno musical vino la grabación de su célebre canción por parte del artista Carlos Vives que le produjo muchas satisfacciones, principalmente del orden económico.

“Carlos me solicitó el permiso para grabar dos canciones: ‘La hamaca grande’ y ‘El viejo Miguel’, y con gusto se lo concedí. Al final me grabó la primera”.

Era el año 1993, y el compositor ocupaba el cargo de Director de Tránsito en Cartagena, y por concepto de regalías de su obra le llegaron 25 millones de pesos.

“Con esa plata enseguida cambié de carro, arreglé mi casa y vivía mejor, pero cual sería mi sorpresa que al poco tiempo me llegaron varias demandas por enriquecimiento ilícito, y me tocó salir a enfrentarlas, pidiendo a Sayco copias del pago de las regalías y con eso se cerró el caso”.

Río de lágrimas

Iba a seguir hablando de los 47 años de haber compuesto esa canción cuando en el local vecino sonó ‘Alicia adorada’, interpretada por Alejo Durán. Agachó la cabeza y con sus lágrimas le hacía competencia al río Magdalena.

“Esa canción me llena de sentimiento”. Y sin pedírselo comenzó a narrar. “A Juancho Polo Valencia lo conocí en una de las giras con mi paisano y acordeonero Ramón Vargas. Una mañana él estaba acostado en un pretil y de almohada tenía una cajita de cartón. Lo llamamos y despertó. Se le entregó el acordeón y en ayunas y con el guayabo en carne viva comenzó a tocar y cantar esa bella canción dedicada a Alicia Cantillo”.

Pobre mi Alicia, Alicia adorada
yo te recuerdo en todas mis parrandas.
Pobre mi Alicia, Alicia Cantillo
yo te recuerdo con todos mis amigos.

A la orilla del majestuoso río Magdalena se quedó el viejo sabio del vallenato Adolfo Pacheco Anillo, contando historias de sus canciones y de su linda región bolivarense como la mujer que “solamente se acostaba con pelaos porque los de su edad fingían mucho y no prendían ni empujaos”. Siguió en esa línea y manifestó que esa historia se la narró con pelos y señales a Gabriel García Márquez, quien no dejó de reírse y le pidió que la repitiera. “Ese día Gabo tomó apuntes para dejar constancia que Macondo existe”.

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En Valledupar me gradué como gran compositor vallenato: Adolfo Pacheco

Fuente: Crónica por Por Juan Rincón Vanegas @juanrinconv | Fecha: 2016-10-23 | Visitas: 7694

En Valledupar me gradué como gran compositor vallenato: Adolfo Pacheco

Tomarse un tinto con el compositor Adolfo Pacheco Anillo a orillas del río Magdalena, cuando pasa por Barrancabermeja, fue algo mágico. Es un narrador auténtico que pone la palabra en el lugar preciso, al lado del corazón.

Viendo correr ese caudaloso afluente comenzó a hablar de esos recuerdos que lo tienen en el más grande pedestal como compositor vallenato.

“No pensé que hoy a mis 76 años, los cumplí el pasado 8 de agosto, recibiera tantos homenajes que ya van por 60, siendo los más recientes en el Festival de Acordeones del Río Grande de la Magdalena de Barrancabermeja y ahora en el Primer Festival Internacional de Acordeones de Miami”.

Da un repaso por los homenajes que visitan en ese momento su memoria, y otros que aunque no se acuerda fueron significativos en su vida, pero se detiene en uno especial.

“En el Festival de la Leyenda Vallenata del año 2005 fui coronado como Rey Vallenato Vitalicio, y ese fue mi grado como gran compositor vallenato. Eso fue un gran honor y se demostró que soy un gran cultivador de esta bella música que se impone en el mundo”.

Enseguida comienza un repaso por la historia de la vida, de donde han salido los cantos vallenatos que lo han catapultado a la gloria y hace el reconocimiento a la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata por llevar el estandarte “para que el vallenato clásico permanezca con el paso del tiempo y cada año en Valledupar se den cita miles de concursantes: acordeoneros, cajeros, guacharaqueros, compositores, verseadores y cantantes”.

No paraba de explicar. “No cabe duda que todo ese trabajo es producto de la visión que tuvo Consuelo Araujonoguera, con quien tuve algunas diferencias, pero que al final acepté su decisión, templanza y proyección para esta querida música vallenata”.

La hamaca grande

El tinto iba consumiéndose a la par de las paradas de su ameno diálogo y entonces entró en el campo de sus composiciones que suman más de 200, esas mismas que tienen el sello del hombre pueblerino y apegado a sus costumbres.

“Si cuento de todas, acá tendremos que amanecer”. Es lo primero que señala. Entonces se direcciona por la canción donde pudo por su talento y admirable descripción montar en una hamaca grande al pueblo vallenato para que meciéndose en ella cantara. A su vez, uniendo el poder del acordeón y la voz de Andrés Landero lo hizo exactamente en dos minutos y 50 segundos.

“El que me inspiró esa obra fue el inolvidable compadre Andrés Landero, quien fue a participar en el Festival Vallenato y no ganó, y entonces me propuse con mi canto que hice en 1969 llevar a Valledupar al lado de mi compadre Ramón Vargas Tapias, un presente con la música de mi pueblo, especialmente una hamaca grande, más grande que el Cerro e Maco”.

Al viejo compositor sanjacintero le revoloteó en su pensamiento ese recuerdo cantado que fue un trasteo de sentimientos y con elementos pegados a su tierra.

Cuando salió la canción el historiador, político y escritor Eduardo Lemaitre Román, publicó en El Universal de Cartagena una columna donde destacaba la obra, pero señalaba que la hamaca no servía para hacer el amor.

El maestro Adolfo Pacheco al leer ese escrito, no paró de reírse, como exactamente lo hizo ahora, pero le contestó.

“Le agradecí el elogio a la canción, a la hamaca Sanjacintera, y le dije que yo que no era tan experto en cuestiones del amor, pero me sabía de memoria 25 posturas, o sea lo que se puede llamar sexo colgante”.

Dentro de ese entorno musical vino la grabación de su célebre canción por parte del artista Carlos Vives que le produjo muchas satisfacciones, principalmente del orden económico.

“Carlos me solicitó el permiso para grabar dos canciones: ‘La hamaca grande’ y ‘El viejo Miguel’, y con gusto se lo concedí. Al final me grabó la primera”.

Era el año 1993, y el compositor ocupaba el cargo de Director de Tránsito en Cartagena, y por concepto de regalías de su obra le llegaron 25 millones de pesos.

“Con esa plata enseguida cambié de carro, arreglé mi casa y vivía mejor, pero cual sería mi sorpresa que al poco tiempo me llegaron varias demandas por enriquecimiento ilícito, y me tocó salir a enfrentarlas, pidiendo a Sayco copias del pago de las regalías y con eso se cerró el caso”.

Río de lágrimas

Iba a seguir hablando de los 47 años de haber compuesto esa canción cuando en el local vecino sonó ‘Alicia adorada’, interpretada por Alejo Durán. Agachó la cabeza y con sus lágrimas le hacía competencia al río Magdalena.

“Esa canción me llena de sentimiento”. Y sin pedírselo comenzó a narrar. “A Juancho Polo Valencia lo conocí en una de las giras con mi paisano y acordeonero Ramón Vargas. Una mañana él estaba acostado en un pretil y de almohada tenía una cajita de cartón. Lo llamamos y despertó. Se le entregó el acordeón y en ayunas y con el guayabo en carne viva comenzó a tocar y cantar esa bella canción dedicada a Alicia Cantillo”.

Pobre mi Alicia, Alicia adorada
yo te recuerdo en todas mis parrandas.
Pobre mi Alicia, Alicia Cantillo
yo te recuerdo con todos mis amigos.

A la orilla del majestuoso río Magdalena se quedó el viejo sabio del vallenato Adolfo Pacheco Anillo, contando historias de sus canciones y de su linda región bolivarense como la mujer que “solamente se acostaba con pelaos porque los de su edad fingían mucho y no prendían ni empujaos”. Siguió en esa línea y manifestó que esa historia se la narró con pelos y señales a Gabriel García Márquez, quien no dejó de reírse y le pidió que la repitiera. “Ese día Gabo tomó apuntes para dejar constancia que Macondo existe”.

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En Valledupar me gradué como gran compositor vallenato: Adolfo Pacheco

Fuente: Crónica por Por Juan Rincón Vanegas @juanrinconv | Fecha: 2016-10-23 | Visitas: 7694

En Valledupar me gradué como gran compositor vallenato: Adolfo Pacheco

Tomarse un tinto con el compositor Adolfo Pacheco Anillo a orillas del río Magdalena, cuando pasa por Barrancabermeja, fue algo mágico. Es un narrador auténtico que pone la palabra en el lugar preciso, al lado del corazón.

Viendo correr ese caudaloso afluente comenzó a hablar de esos recuerdos que lo tienen en el más grande pedestal como compositor vallenato.

“No pensé que hoy a mis 76 años, los cumplí el pasado 8 de agosto, recibiera tantos homenajes que ya van por 60, siendo los más recientes en el Festival de Acordeones del Río Grande de la Magdalena de Barrancabermeja y ahora en el Primer Festival Internacional de Acordeones de Miami”.

Da un repaso por los homenajes que visitan en ese momento su memoria, y otros que aunque no se acuerda fueron significativos en su vida, pero se detiene en uno especial.

“En el Festival de la Leyenda Vallenata del año 2005 fui coronado como Rey Vallenato Vitalicio, y ese fue mi grado como gran compositor vallenato. Eso fue un gran honor y se demostró que soy un gran cultivador de esta bella música que se impone en el mundo”.

Enseguida comienza un repaso por la historia de la vida, de donde han salido los cantos vallenatos que lo han catapultado a la gloria y hace el reconocimiento a la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata por llevar el estandarte “para que el vallenato clásico permanezca con el paso del tiempo y cada año en Valledupar se den cita miles de concursantes: acordeoneros, cajeros, guacharaqueros, compositores, verseadores y cantantes”.

No paraba de explicar. “No cabe duda que todo ese trabajo es producto de la visión que tuvo Consuelo Araujonoguera, con quien tuve algunas diferencias, pero que al final acepté su decisión, templanza y proyección para esta querida música vallenata”.

La hamaca grande

El tinto iba consumiéndose a la par de las paradas de su ameno diálogo y entonces entró en el campo de sus composiciones que suman más de 200, esas mismas que tienen el sello del hombre pueblerino y apegado a sus costumbres.

“Si cuento de todas, acá tendremos que amanecer”. Es lo primero que señala. Entonces se direcciona por la canción donde pudo por su talento y admirable descripción montar en una hamaca grande al pueblo vallenato para que meciéndose en ella cantara. A su vez, uniendo el poder del acordeón y la voz de Andrés Landero lo hizo exactamente en dos minutos y 50 segundos.

“El que me inspiró esa obra fue el inolvidable compadre Andrés Landero, quien fue a participar en el Festival Vallenato y no ganó, y entonces me propuse con mi canto que hice en 1969 llevar a Valledupar al lado de mi compadre Ramón Vargas Tapias, un presente con la música de mi pueblo, especialmente una hamaca grande, más grande que el Cerro e Maco”.

Al viejo compositor sanjacintero le revoloteó en su pensamiento ese recuerdo cantado que fue un trasteo de sentimientos y con elementos pegados a su tierra.

Cuando salió la canción el historiador, político y escritor Eduardo Lemaitre Román, publicó en El Universal de Cartagena una columna donde destacaba la obra, pero señalaba que la hamaca no servía para hacer el amor.

El maestro Adolfo Pacheco al leer ese escrito, no paró de reírse, como exactamente lo hizo ahora, pero le contestó.

“Le agradecí el elogio a la canción, a la hamaca Sanjacintera, y le dije que yo que no era tan experto en cuestiones del amor, pero me sabía de memoria 25 posturas, o sea lo que se puede llamar sexo colgante”.

Dentro de ese entorno musical vino la grabación de su célebre canción por parte del artista Carlos Vives que le produjo muchas satisfacciones, principalmente del orden económico.

“Carlos me solicitó el permiso para grabar dos canciones: ‘La hamaca grande’ y ‘El viejo Miguel’, y con gusto se lo concedí. Al final me grabó la primera”.

Era el año 1993, y el compositor ocupaba el cargo de Director de Tránsito en Cartagena, y por concepto de regalías de su obra le llegaron 25 millones de pesos.

“Con esa plata enseguida cambié de carro, arreglé mi casa y vivía mejor, pero cual sería mi sorpresa que al poco tiempo me llegaron varias demandas por enriquecimiento ilícito, y me tocó salir a enfrentarlas, pidiendo a Sayco copias del pago de las regalías y con eso se cerró el caso”.

Río de lágrimas

Iba a seguir hablando de los 47 años de haber compuesto esa canción cuando en el local vecino sonó ‘Alicia adorada’, interpretada por Alejo Durán. Agachó la cabeza y con sus lágrimas le hacía competencia al río Magdalena.

“Esa canción me llena de sentimiento”. Y sin pedírselo comenzó a narrar. “A Juancho Polo Valencia lo conocí en una de las giras con mi paisano y acordeonero Ramón Vargas. Una mañana él estaba acostado en un pretil y de almohada tenía una cajita de cartón. Lo llamamos y despertó. Se le entregó el acordeón y en ayunas y con el guayabo en carne viva comenzó a tocar y cantar esa bella canción dedicada a Alicia Cantillo”.

Pobre mi Alicia, Alicia adorada
yo te recuerdo en todas mis parrandas.
Pobre mi Alicia, Alicia Cantillo
yo te recuerdo con todos mis amigos.

A la orilla del majestuoso río Magdalena se quedó el viejo sabio del vallenato Adolfo Pacheco Anillo, contando historias de sus canciones y de su linda región bolivarense como la mujer que “solamente se acostaba con pelaos porque los de su edad fingían mucho y no prendían ni empujaos”. Siguió en esa línea y manifestó que esa historia se la narró con pelos y señales a Gabriel García Márquez, quien no dejó de reírse y le pidió que la repitiera. “Ese día Gabo tomó apuntes para dejar constancia que Macondo existe”.

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